domingo, 13 de mayo de 2012

Un amor contrario.

Callo lo que piensas, piensas que me callo.
Sueño lo que tu deseas, deseas que yo sueñe cada noche.
Contemplo tu belleza, mi belleza te abruma mientras me contemplas.
Grito alto para tus oídos, y tus palabras se hacen música para mis sentidos.
Tu cuerpo es perfecto, el mío es una vieja escarcha marcada en una rosa negra.
Tu un clavel, yo la tierra que provoca tu sed de deseo.
Una armonía imponente que nos separa.
Tu blanco, yo negro.
Ella suave como el algodón, yo áspera como la piel del reptil.
Cálida, duerme plácidamente, tranquila, yo fría como el hielo, oscura como la noche.
Dos alas batiendo dentro de mi cabeza.
Un rallo de luz, un atardecer de Junio...
Un suicidio y un reencuentro.
Un amor contrario.

Juegos del destino.


-Non mi toccate, ¡andare! -dijo ella con rabia en los ojos. Seguidamente ella se fue y me dejó tirada en el suelo, después de empujarme para poder salir corriendo.
Me levanté y empecé a llorar. Quise esperarla pero pasaron 2 minutos, 4 minutos, 8 minutos, 10 minutos... y ella no regresó. Así que cogí el cuchillo que tenía escondido entre las tablas de madera del muelle y contemplé el atardecer. Cuando se vaya el sol, yo me iré con la luna, pensé.
El sol se iba y el filo de la cuchilla cortante atravesó las venas de mi antebrazo verticalmente y de repente oí un ruido de detrás de los arbustos. Me asusté y caí al agua...
No recuerdo si me mató la perdida de sangre o me ahogué en el agua del lago, pero lo que si recuerdo es un grito que cortó el silencio de el anochecer.
-Julie, no! Per favore Julie non andare, segui la mia voce, si prega, Julie segui con me...
Pero yo ya no respiraba. Estaba fría, sin aliento, sin un corazón que bombeara mi sangre, sin nada que pudiera decirle a mi amada que yo estaba bien.
Ella intentó subirme al muelle, rescatarme de esas aguas tan sanguinarias, y se metió dentro del agua y me abrazó. Abrazó un peso muerto, un cuerpo sin vida, una historia ya terminada. Me beso en los labios, e intentó que los míos se movieran como cuando nos besábamos de hurtadillas, pero no pudo... yo ya me había ido.
No voy a mentir, se pasó toda la noche junto a mi, acariciando mi pelo mojado y arropándome con su vestido para que no estuviera tan fría. Que cínico, ella siempre me dijo que era muy fría, pero nunca llegó a pensar que no solo mi corazón lo sería. Lloró toda la noche, me besaba, me acariciaba, me hablaba como si era fuera nuestra última noche juntas.
-Quando il sole sorge, ti troverò. Giuro...

A la mañana siguiente, ella se despertó temprano, y a su lado solo encontró un cadáver. El mío. Se levantó y me besó por última vez en su vida y me cerró los párpados pálidos como la nieve. Puso mi cuerpo en el muelle y se fue corriendo.
Lo que se fue de ella no era difícil de averiguarlo. Se fue a la habitación del mirador de la masía donde solíamos escondernos para hacer el amor y se quitó la vida con una simple cuerda de marinero. Que triste tener que acabar una vida así... pero ella supo encontrarme de entre las sombras. Supo reconocer mi llanto de las demás almas en pena y pasamos una parte de una larga eternidad juntas. Pero algo nos izo volver. Los juegos del destino decidieron darnos la oportunidad de arreglar el error que cometimos las dos, y no estuvimos solas... siempre hubo una parte de nuestra antigua vida que supo guiarnos hasta saber el porque ella y yo nos amábamos tanto.

lunes, 7 de mayo de 2012

Al borde del suicidio, al borde te la muerte.


Me giro y empiezo a correr sin mirar hacia atrás. No se adonde voy, ni tan solo de donde vengo, solo se que quiero estar lejos de ella. ¡dejame joder! Escucho su voz gritándome. “¡Yara! ¡Yara vuelve! ¡Yara!”. No te gires, ignorala, sigue tu camino, que ella no te pueda parar, vete a donde ella nunca te pueda encontrar; me digo a mi misma. Subo por un camino de tierra hasta una explanada donde se ve toda la ciudad. Aquí estoy a salvo. Me llamas al móvil y tardo e cogerlo.
-¿Que quieres?
-Por favor vuelve.
-Nunca voy a volver.
-Yara o vienes o te iré a buscar.
-Jamás me encontraras.
-No pararé de buscar hasta encontrarte, y lo sabes.
Me asomo al tejado y la veo en el parque, lloriqueando como una niña pequeña, viendo como se le caen las lágrimas, rogandome que por favor no iciera ninguna locura.
-Mira hacia arriba, no, al otro lado, ahora arriba.
-¡Baja de ahí!
-No.
-Vuelve Yara por favor...
-Lo siento, no puedo hacer esto.
Y sin dejar de mirarla la colgué. Ella me miraba con los ojos rogantes, desesperados por ir a buscarme. Ya era tarde para las dos.
Me giré y me escondí detrás de una casita con cables dentro, en esa fría pared en la explanada enorme de color gris, con vistas a Figueres.
Lloré hasta que los ojos me dolieron, hasta que las lágrimas se secaron dentro de mis párpados, hasta mi último aliento, hasta... que llego ella.
Se arrodilló delante de mi como una fiel sirvienta a su señora, y me cogió las manos. Luego me las puso en su cuello y empezó a apretar.
-Mátame, mátame por favor, sin ti no quiero seguir viviendo. No puedo sin ti Yara.
Sabia que en esos momentos no era conmigo con quien estaba hablando, sino con Julie. Esos ojos, esa expresión, esa forma de querer morir eran típicos de Alejandra.
-Ale, no puedo matarte. Ya sabes que antes de matarte a ti, me suicido yo, y eso... ya lo sabes por experiencia.
Después de llorar ella se serenó y me dijo que sería mejor que se fuera... una vez mas. No era lo que quería pero era lo que debía hacer, ¿que mas me quedaba? ¡No tenía salida!
Y sin mas... se fue. Se había marchado ella, sin insistirme, sin rogarme una vez mas, sin despedirse, sin su típico “¿segura?”, tan fácil como respirar y tan doloroso como un puñal clavándose lentamente dentro de tu pecho rozando las costillas y perforándote los pulmones, pudriendo tus entrañas, y estriñendo tu corazón. Me levanté y grité tanto que mis cuerdas bocales se me desgarraron como si hubiera masticado cristales. Y de repente vi el precipicio detrás de la baya baja del tejado. Era hora de seguir la tradición, de decir adiós cuando ella me dijo adiós. Hasta que volvió. Y esta vez, volvió a tiempo. Con los ojos rojos de llorar, y con los brazos abiertos. Y sin más... me abalancé sobre su cuerpo repitiendo sin cesar “no te vayas nunca...”

domingo, 6 de mayo de 2012

Our summer


Hoy voy a rescatar esas pequeñas cosas que nos hacen ser grandes, esos pequeños momentos que nos hacen ser mas fuertes. Esos precisos instantes en los que te das cuenta de que no puedes abandonar el juego como siempre has hecho porque la apuesta es demasiado grande para rechazarla simplemente por no hacer un pequeño esfuerzo. Aveces lo mejor es pararse a pensar en las palabras que salieron de su boca y ver que solo resuena sinceridad y amor. Deja de tener recelo o miedo de creer que realmente ella te ama.
Somos como dos gacelas por la sabana corriendo una detrás de la otra, jugando como niñas pequeñas, y cayendo al suelo tantas veces como sea posible, porque es así el amor.
El amor son esas cosas que sientes dentro de ti pero que no puedes definirlas en una palabra porque siempre se quedaría corto con lo que realmente quieres demostrar. Esa sensación de arder en el infierno y querer morir cuando discutes con ella, pero también es esa tristeza tan negra que se aclara de repente cuando ves que no es tan malo, que podéis volver a ser una. El amor que nos une nos hace sentirnos fuertes a todo impulso, a toda ola gigante, a toda tormenta pero a la vez somos tan frágiles... 
 Y de repente, llega de nuevo el verano...