sábado, 31 de diciembre de 2011

Día que pasa, año enpuja.


Ha sido un año difícil. Un año con emociones de todo timo, un cóctel caribeño de sentimientos. He perdido a una persona que quería muchísimo, pero he encontrado a el amor de mi vida gracias a ello, he perdido amistades, y he dejado mucha gente detrás de mí, pero también he conocido a los que ahora son unos muy buenos amigos para mi. He seguido la estela que me dejaban mis sueños y he llegado hasta aquí.
Siento que el año que viene va a ser un año mas, sin nada especial, con frío en invierno y calor en verano, con perdidas y sueños rotos. Con ataques de rabia, llantos y esa sensación de que te falta el aire en los pulmones después de una gran carcajada. Sí, será un año mas en el que todo seguirá igual que ahora. ¿Pero sabes una cosa? Se que este 2012 seré mas feliz que nunca, porque te tendré a ti Rudy, y eso es lo que me hace seguir adelante. No, no será fácil, pero nadie ha dicho que lo fuera. Este año que está por llegar lo aprovecharé para ordenar mis ideas, para tomar decisiones y hacerme cada día mas fuerte. Algo está a punto de nacer, esto es el comienzo de algo grande Rudy, y mirándolo todo por el lado positivo, ya falta menos para verano, y volver a revivir esas mañanas en mi casa entre risas y sábanas violeta. Iremos a la playa juntas, y haremos fotos de esas que tanto te gustan, haremos una acampada aquí en mi pueblo y pasaremos esa noche juntas que siempre hemos soñado, en semana santa estaremos juntas, e iremos a barracas cogidas de la mano, y nos besaremos a la luz de la luna.
Este 2012 no será igual que los demás pensándolo bien. Será especial porque lo pasaré contigo, y este solo será el primero de los muchos que están por llegar.
Te quiero tanto... Tengo ganas de que pasen unos cuantos años y pueda celebrar el fin de año contigo, pasar cada segundo de los años que me quedan por vivir contigo hasta que alguna de las dos, ya ancianas muramos, y entonces nos esperaremos en la otra vida para pasar toda la eternidad juntas como siempre hemos soñado.

Feliz año nuevo Rudy.

Yara.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Hoy, quizás si.


Siento que algo dentro de mi crece, y crece y cada vez se hace mayor. Nunca lo había hecho nunca a nadie. No se por que pero lo ice. Encontré ese momento que tanto había estado esperando. Te besé. Pero no fue el hecho de besarte yo a ti lo que me sorprendió, sino el beso en sí. Fue un beso lento, sintiendo cada centímetro de tu boca, cada jadeo del corazón. Yo quise acariciarte el pelo, tu mi cintura, nos besamos, nos unimos hasta formar una sola alma creada por dos personas totalmente opuestas. Somos diferentes Rudy, muy diferentes, y yo he cambiado tanto desde que te conozco... quiero volver a vivir riesgos, locuras que cuando las recuerde se me ericen los pelos de los brazos, que me recorra un escalofrió por la espalda y se me llenen los ojos de lágrimas de alegría.
Somos dos mundos opuestos, tu eres valiente por fuera, alegre, sin preocupaciones, pero por dentro eres una flor por nacer, con temores, miedos y con un corazón enorme. Yo soy alocada, original, frágil y un poco bruja por fuera, pero por dentro soy mas fuerte de lo que nadie podría imaginar, ni siquiera yo se como he podido ser tan fuerte, soy pura revolución con ganas de reivindicar en este mundo.
Como ves, somos contrarias la una de la otra, pero ¿y que? Yo te quiero Rudy, te quiero por encima de todo, te quiero mas que a esa estrella que me señalaste desde el porche de esa casa. “¿Ves? Ésa soy yo” me susurraste al oído señalando la estrella polar en el cielo con el dedo índice mientras me abrazabas por la cintura con la otra mano.
Te besé, y no me arrepiento de haberlo hecho. Tenía ganas de estar contigo y de demostrarte que por mucho que la cagaras... nunca me has perdido del todo.
¿Y sabes lo mejor de todo? Parece que Layla y Yara se han puesto de acuerdo. Ya no pelean en mi interior, ya no se gritan cada vez que hablan de ti. Sonrío a pensar en ti, sonrío al pensar que tu piensas en mi, sonrío al pensar que eres mía y de nadie mas. Sonrío al tenerte de nuevo.
No me importa volvértelo a dártelo todo de nuevo porque... confío en ti. Confío en ti con los ojos cerrados. Solo te pido una cosa... nunca me vuelvas a fallar.
Tu para mí serás... como un girasol, porque allá donde va mi estela me sigues y eso... me hace tan feliz...
Hoy quizás te vuelvo a ver, y entonces... hoy quizás si.


Yara.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Soy como tu espejo, tu caes y yo sangro.


Como en un instante se puede acabar todo. Como en un segundo todo lo que tienes en tus manos se puede ir sin dejar rastro de lo que había anteriormente. Mirar al cielo y encontrar todavía esos motivos para querer seguir adelante, luchar por tus sueños o conseguir alcanzar tus metas.
Un día te levantas y te miras al espejo. Ves un rostro demacrado, que se va derritiendo en lágrimas, una detrás de otra. Ya no encuentras motivos para mirar hacia delante, sientes que te falta algo que antes tenías pero ya no tienes, sabes que nada va a salir bien porque la única cosa que te hacía luchar por el día de mañana se ha esfumado por completo. Te sientes vacía, y quieres que todo este sufrimiento acabe.
Te llenas de valor y abres el botiquín de casa. Miras hacia la puerta, pero de repente te cuerdas de que estas sola en casa. Abres una caja dónde pone “ibuprofeno” y te la escondes en el bolsillo del pantalón. Vuelves a cerrar el botiquín y huyes hacia el lavabo. Abres el grifo sin ni siquiera mirarte una vez mas la cara reflejada delante de ti bañada en lágrimas. ¿Dónde está ella? ¿porqué la cagué tanto? ¿cómo pude dejar que se me escapara tanto de las manos? Ya no quieres ni buscar esas respuestas. Te sientes idiota y cobarde, pero solo te queda huir. Abres la cajita del medicamento y llenas un baso de agua. Cierras el grifo, y sin pensarlo dos veces coges la primera pastilla y te la tragas. Otra pastilla. Otra. Y otra. Otra. No te lo pienses, otra. Sigue adelante, ten los cojones de terminar lo que has empezado. Otra. No llores. Otra. Otra. Deja de llorar de una puta vez. Otra. Otra... cierro los ojos... otra mas...

¿En serio crees que esta es la solución? ¿de verdad quieres dejar esta vida sin pensar en los que podrían ir detrás de ti?
Yo estoy aquí contigo, no estas sola. Crees que me has perdido, pero no. Sigo a tu lado, pero de manera distante. No te puedo perdonar Rudy, pero eso no significa que no te quiera. Siempre voy a estar ahí, y no dejaré que nunca desfallezcas mas. Te quiero, y te quiero de verdad. ¿Es que no pensaste en mi antes de hacerlo? Tu sabes que eres mi vida, que si te hubiera llegado a pasarte algo... no lo hubiera aguantado, hubiera ido hasta los mismos infiernos a buscarte y a pedirte explicaciones. A empujarte entre sollozos, decirte gilipollas, a decirte que te odio por no pensar en mi antes de hacer nada. A besarte hasta desgastarnos los labios para demostrarte que también hay cosas buenas en esta vida. No me has perdido aun que así lo creas. La has cagado mucho, no mucho, muchísimo. Me has mentido, me has decepcionado, me has hecho daño y me has roto por dentro, pero te amo, y  por eso sigo aquí, porque me importas, y por que sin ti no es lo mismo. Puede que hayan mas chicas a parte de ti, sí, no te lo voy a negar, pero... nunca querré a nadie como te quiero a ti, y es por eso que debes seguir adelante, para corregir los errores que has cometido, y para hacer que yo regrese a tu lado y eliminar a otros amores que pueda tener.
Nunca te rindas, nunca, porque si lo haces... yo soy tu espejo y si tu te caes yo sangro. Nunca lo olvides.


Yara y Layla.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Razones.


Todo se vuelve tan raro... todo se vuelve extraño y desconocido para mi. Siento... tengo un sentimiento dentro de mi que nunca había sentido antes. Puede que sea yo la rara, no lo se. No se nada ya. Siento que me aparto de ti, y tu te vas juntando cada vez mas a mi, y yo me desplazo para un lado, y mas, y mas, y me alejo, pero cada vez menos... me alejo de ti. Primero dos metros, luego uno, luego un palmo, luego un centímetro... me alejo, pero para hacerlo lucho contra mi misma, porque mi corazón cada vez que me alejo de ti me grita “por favor, perdónala”. Me alejo, y sigo haciéndolo cada vez que puedo, pero siento que me muero cada vez que me desplazo de tus palabras. Te ignoro, evito tus “te echo de menos”, esquivo tus perdones, y tus intentos de arreglar tus errores. Intento hacerme la loca cuando me preguntan por ti.
A veces me derrumbo, y siento que no debería seguir alejándome de ti, porque no es lo que siento realmente. Quiero abrazarte fuerte y susurrarte: si estamos juntas nada nos va a parar jamás.
Si pudiera decirte que te echo tantísimo de menos...
Muero si no estás conmigo, diciéndome te quiero constantemente.
He dicho mil veces “ojalá pueda perdonarte alguna vez” y supongo que lo haré, solo necesito tiempo para creer que lo que leí solo fue una pesadilla de la que me podré liberar cada vez que te bese. Tocar tus manos, acariciarte una mejilla, mirarte a los ojos y sonreírte, estrecharte fuerte entre mis brazos, cantarte y decirte que todo saldrá bien, que ya no hay excusas para no podernos querer, que ya no hay motivos para alejarme de tu lado ni tu del mío porque nos necesitamos, porque no hay mas razones que querernos.
Quiero, pero no puedo. Todavía no. Solo dame razones para que crea que todo eso ya pasó, que nunca mas volverá a pasar lo que pasó y te juro que volveré a quererte como te quise ayer. Como te quiero ahora pero no puedo demostrártelo. Como te echo de menos ahora, pero no puedo decírtelo.
Esperaré paciente esas razones, y cuando las tenga, te cogeré de la mano y nunca, NUNCA, nunca, voy a dejarte ir.

sábado, 24 de diciembre de 2011

No puedo.


No puedo esperarte. No puedo quererte. No puedo perdonarte. Pero tampoco puedo olvidarte... es duro saber que las cosas terminan, pero es cierto. Y a veces tenemos que sacrificar nuestro corazón para entender que hay cosas que es mejor perder.
No quiero sufrir, y por eso me marché. Y sigo con esa misma idea de quererte pero en la lejanía, porque ya deberías de saber que no voy a volver, ni quiero que tu vuelvas. Simplemente no quiero echarte mas de menos.
Podría decirte todo lo que en realidad siento, que me muero cuando escribo esto, pero es la verdad. Ya no puedo guiarme por el corazón, porque se que éste me guiará a ti. Ahora tengo que intentar mirar hacia delante, y olvidar ese deseo de querer pasar una vida junto a ti. Es normal que quieras escribir, yo también lo hago. Cada día te escribo una carta. Unas cartas que jamás llegarás a leer. Unos sentimientos plasmados en el papel que nunca sabrás que he sentido. No es orgullo, sino que no quiero que sepas de la existencia de ellos en mi interior.
Me duele contestar tus mensajes de la manera mas estándar posible, sin ningún afán de transmitirte nada, sin sentimiento, simplemente contestarte porque si.
No quiero esto. Yo no quiero que vuelvas. No quiero que luches por mi, porque mientras que tu luchas por conseguirme, yo lucho conmigo misma para intentar evitarte. No quiero verte. No quiero que me acaricies, ni que me digas cosas bonitas, no quiero casarme contigo, no quiero mirarte a los ojos, no quiero llorar por ti cada noche, no quiero tenerte entre mis brazos, no quiero pensar todo el tiempo en ti, no quiero pasar ni un segundo a tu lado, no quiero imaginarte, no quiero hacerte el amor, no quiero nada tuyo, no quiero vivir contigo, NO QUIERO QUERERTE.
¿Tanto cuesta entender? Te irá bien sin mi, solo date tiempo para reflexionar, solo deja de torturarte por algo que ya has hecho. “Todo irá bien” me gustaría decirte abrazándote. “Te juro que lo superarás, pero por favor... no vuelvas más”.
Puede que diga cosas que en el fondo no sienta, pero creo que es mejor así. Puede que a “la otra ella” no tenga que mentirle como te miento a ti ahora mismo. Puede que sea lo mejor.
Así que por favor, no vuelvas a por mi, deja de luchar, déjame ir porque yo no tengo pensado volver. Lo siento.


Layla.

"Rosa negra" me dicen ahora.


Tengo frío, y nadie ya me arropa. Tengo sed, y ya nadie me da de beber. Tengo hambre, y ya nadie me llena la nevera. Tengo miedo, y ya nadie me asegura de que en el armario no hay monstruos. Tengo odio en mi interior, y ya nadie consigue alejarme de mis pesadillas. Tengo las manos heladas, y ya nadie me da sus manos para calentármelas. Tengo ganas de llorar, y ya a nadie le importa...
Vacío. Esto es lo que siento. “Corazón de acero” me llamaban... “eres la persona mas fuerte que he visto jamás” me dijo una amiga, “llegarás lejos con la pelirroja” me dijo otra, “que buena estas” me dijo otra chica...
Pongo los ojos en blanco y odio ponerme a pensar que sin ti ya todo me da igual. Me envías un mensaje, y finjo no darme cuenta. Lo abro al cabo de diez minutos, fingiendo que no estoy ansiosa por ver lo que escribes. Lloro. Lloro mucho. Grito. Apuñalo mi almohada con suplicas. “Por favor déjame en paz...”. sigo llorando. Y me contradigo diciéndome a mí misma “la necesito...”.
No, no puedo perdonarte. No puedo pero me encantaría hacerlo. Ojalá tuviera motivos suficientes para perdonarte, pero no consigo encontrarlos. Busco alguien que me sepa aconsejar, pero todos me dicen igual antes de que les pregunte: “¿que tal con la pelirroja?”. “Solo somos amigas” contesto triste. “Pues nadie lo hubiera dicho el jueves!” y sueltan una carcajada que me provoca nauseas.
Nadie está a mi lado. Tina parece entenderme, y Alexia también, y Evelyn... pero solo parece. Nadie sabe que desde que leí esa conversación algo murió en mi. Se apagaron todas las luces de navidad, los abetos decorados con bolas rojas y guirnaldas se marchitaban, se volvían pequeños y negros...
Y ahora nada me hace sentirme bien. Me hundo en mi misma. Hago cosas, me muevo, hago trabajillos de casa, juego con mi hermano pequeño después de tanto tiempo sin hacerle caso... pero incluso eso ya no consigue llenarme.
Desde que ya no esta ella en mi vida... ya nada tiene sentido para mi, simplemente lo hago para no pensar en ella, para no quebrar el silencio con otro llanto. Prefiero esperar a la noche para hacerlo, así no me verá nunca nadie.
Intento siempre estar de acuerdo con Layla, sentirme libre y con ganas de olvidarlo todo y volver a empezar... pero no puedo. Hacía cuatro años que no me decían “mi rosa negra”... siempre me ha gustado que me llamen así. Solo las personas que he querido de verdad me han llamado así porque saben que amo las rosas negras. Rompo a llorar cada vez que me llaman así... como ahora. Lloro. Lloro cada vez que se de ti. Cada vez que leo tus palabras. Lloro y nadie puede hacerme sentir bien. Lloro porque me llamas “rosa negra”, y puede que para alguno sea una tontería pero.... me cago en la puta... significa demasiado para mi que me llamen así.
Ojalá pudiera perdonarte... ojalá tuviera esos motivos para decir, “puede que si que se arrepienta, puede que si que me haya podido querer alguna vez”, pero no los tengo... porque ni tan solo tengo pruebas de ello, ni hechos que lo demuestre, solo palabras...
Hice un juramento, y tu también, y para mi... los juramentos son como regalar media vida a alguien. No son simples promesas, son entregarte a otra persona... por eso ya sabes que... siempre seré tuya.



Yara.

"Corazón de acero" me llamaban.


Un viejo amigo me dijo una vez: nunca es tarde para volver a empezar. Y lo cierto es que tiene tantísima razón... las personas a menudo se arrepienten de hechos que en ese momento creían que valían la pena. Yo fui la primera en decirle a Jhon que no quería quedarme a ver como me destrozaba el corazón con palabras, no le abracé cuando él si lo izo, no supe creer un simple “te quiero” de la boca de Eva, y no supe para las cosas a tiempo con Rudy. A menudo la gente desespera al ver que esto siempre les acompañará el resto de su vida, errores imperdonables, fantasmas del pasado que siempre, repito siempre volverán por algunas fechas marcadas en sangre.
Lo mas triste es cuando esa oportunidad de no cagarla de nuevo llega otra vez, y entonces piensas en esa vez que dejaste que la cobardía te inundara, o el miedo te nublara la vista.
Y cuando llega esa sensación de impotencia al ver que estas apunto de cometer el mismo error que la última vez te das cuanta de que no puedes volverte atrás.
No fui sincera cuando debí, y si, lo reconozco. Soy orgullosa, y cada vez mas rencorosa, no pienso dejar que nunca nadie mas me haga daño, porque a partir de ahora el daño lo voy a hacer yo. Me dan igual los perdones, las lamentaciones, los”lo siento” que solo oírlo me dan ganas de vomitar. Por  favor, todo el mundo sabe que estas muy bien sin mi.
Me da igual todo, mis propios sentimientos siempre me la jugarán una y otra vez, haciéndome confiar en las  personas que mas me han traicionado, me han mentido y aún así siguen con sus vidas si importarles una mierda los demás.
Es justo que hable como si se tratase de una magnitud de gente importante, que esto a todo el mundo le pasa. Supongo que si.
Ahogaré mis putas penas que no le importan a nadie en palabras que nadie se molestará ni en leer. Para qué decir que estoy muerta por dentro si ni tan solo a nadie le pica la curiosidad saber como estoy.
Me llamo Layla, y tengo el corazón de acero. No necesito que nadie me diga por donde debo seguir mi camino. Esa chica de pelo rizado puede que me dé lo que antes me daban otras personas que se desvanecieron de mi vida por completo.
Puede que esta noche sueñe con ella, o puede que no recuerde lo que he soñado. Puede que mañana al despertar tenga tal resaca que me impida a mi misma recordar lo que ha pasado durante esta semana. La clave es olvidar.
Y como dice la canción, olvidare todo que yo para esto tengo experiencia.


Layla.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Mis dos yo, Yara y Layla.


El terror que siento al pensar en lo que se puede haber hecho de mi mañana, el no saber que coño seré cuando sea mayor, el pensar que mi barco va a la deriva por diversas razones. Siento que hay dos personas dentro de mi, puede que una ya esté medio muerta, en el fondo del pozo del olvido. Odio pensar que esa parte de mi ya no quiere luchar mas. Que todo se va a la mierda por momentos. Que el tiempo corre y veo que siempre me veo encallada en el mismo sitio desde hace cuatro años. ¿Y ahora eso que importa? Si todos al final acabamos de la misma manera. Tanto ricos como pobres, viejos como jóvenes, tanto maricas como machotes, todos al final acaban estando siempre en un lugar desconocido.

Muchas veces he pensado que no vale la pena sufrir tanto. Que todo lo que hay en mi se desvanece, toda esa ilusión, ese ímpetu para hacer las cosas con ganas, esas ansias por volver a amar, para agradecer cada inhalación de oxígeno porque sabes que eso te llena de vida.

Pero ahora ya no me queda nada. No me quedan ganas de luchar. No consigo nunca cerrar mis heridas. Me hieren y yo dejo que lo hagan.
Ahogo mis penas en cada calada que hago de mi cigarro, en cada lagrima que me reprimo por miedo a empezar a llorar y no parar. Si. Es eso lo que realmente siento. No lloro, no porque ya no tengo ganas, sino que no lloro por miedo a derrumbarme y no poder levantarme otra vez.

Hay otra persona en mi, y es supongo, la persona que está escribiendo ahora mismo. Es esa persona que aprieta los dientes, que frunce el ceño y cierra los puños ante una tormenta. Es esa persona que siempre pelea con mi “otra yo” para que no desfallezca jamás. Han sido unos meses duros, pero también me han servido para darme cuenta de lo fuerte que puedo llegar a ser, el poder cerrar los ojos empañados en lágrimas y decir: déjame en paz, no quiero saber más de ti, vete.

La última persona que he mencionado se llama Layla.  Es fuerte, lo suficiente como para cargar con el peso de Yara, mi otra mitad, que solo busca la paz entre el dolor y la rabia. Puede que para algunos, mis dos yo sean una chorrada, una gilipollez, o una comida de olla de las mías, pero no. Siempre he tenido un conflicto dentro de mí. Y lo que más me jode es que cada vez Layla tiene menos fuerza, y Yara se apodera de mi. Se que tengo los días contados, y que Layla no va a resistir mucho mas tiempo fingiendo que todo le importa una mierda y que sin ella, todo me va de puta madre. Que la odio, que la detesto, y que no quiero saber mas de ella. Pensándolo bien, en realidad eso no lo finjo, de verdad siento odio hacia ella, pero una cosa no quita la otra. Layla nunca podrá reconocer lo que Yara si reconoce. Que la echa de menos, que su vida es una mierda sin ella, y que sabe que reemplazarla no es la salida, que no hay día que no llore por ella, y que no hay segundo que no piense en ella. Puede que la imagine con odio y dolor, pero la recuerda, y en cada instante.
Tengo miedo... miedo de no sobrevivir a esto... tengo que matar a Yara de una vez por todas, si lo hago, mi rencor desaparecerá, las heridas sanarán y podré hacer todo esto bien. Pero de momento, aguantaré con Layla hasta el final. No quiero rendirme aún, porque siento que esto solo acaba de empezar y lo que parece un final... es solamente el comienzo.



Yara y Layla.

La "otra ella".


Ver como en un instante se puede ir todo a la mierda. Ver que lo que antes era perfecto ahora es una utopía. Ver como la personas cambian y mienten.
Siento tanto odio en mi... un dolor insaciable, una espina que se clava cada vez que pienso en lo que leí en esa puta conversación. Engaños. Miedo. Horror. Espanto. Tragedia. Puta indiferencia ante todo. Miserable cobarde...

Me desperté entre sus sábanas. Me dolía la cabeza de la noche anterior. El concierto, la gente gritando, ese bar...
Sentía el latido de su corazón bombeando tranquilo y apaciguado, lentamente con un tic-tac que me hacía dormir. Su mano en mi espalda, nuestras piernas entrecruzadas, nuestros cuerpos desnudos a horas tempranas de la mañana. El sol entraba como un líquido corrosivo quemando mis córneas, hasta que pude ver bien. Enfoqué la imagen que tenía a mi lado. Era ella. Era la “otra ella”. Su pelo rizado y largo me acunaba y su pecho desnudo me hacía de almohada. Quise decirle buenos días, pero en el fondo era un puto día mas donde todo el mundo seguía con su vida, y yo, intentaba seguirla también.
Me acordé de ti en cada caricia de ella. Cada beso me retorcía la boca del estómago hasta querer hacerme vomitar. Era asqueroso.
Te vi, y se que tu me viste a mi. Se que te dolió verme con la “otra ella”, pero las cosas funcionan así.
Se acabó Rudy. Se acabó. Me alegro de que te recuperes tan pronto de las cosas. Que pienses que año nuevo vida nueva. Me alegro de que me olvides y que quizás me odies. Fui mala para ti. Fui egoísta. Nunca estuve a tu altura. Es lo único que puedes pensar ahora.
Si, tengo que seguir adelante, y eso es lo que hago. La “otra ella” podrá acariciarme, darme besos, hacerme el amor como ayer lo izo, pero... se que esta no es la salida.
Te vi, pasaste por delante dos veces y no te dignaste ni a mirarme la cara, agachaste las orejas como un perro cobarde que huye de lo que le hace daño.
Quiero hacer mas daño. Quiero que la gente vea lo que es sufrir de verdad, y no todas esas mariconadas que se inventan para llamar la atención.
Pasaré pagina si es que no lo he hecho ya.  Odio. Furia. Dolor. Rabia.
Vengarme puede que fuese una solución, ¿pero que mas dará ahora? No te mereces ni la mitad de lágrimas que derramo por ti cada puta vez que veo que me envías un privado. Odio que me digas que nunca nos quisimos. Mientes. Te mientes a ti misma para evadir un poco el dolor que sufres ahora.

Sí, me desperté desnuda entre sus sábanas, pero al abrir los ojos para ver tu cara, me di cuenta de que era el de otra persona. Me causas dolor. Me causas la muerte.
Vacío. Es lo único que siento cuando la beso. Vacío porque no eres tu, por que no huele igual que tu, por que me abraza y oigo su corazón, y no se le acelera...
Pero me da igual. Siempre he substituido a las personas que quiero, y podría hablar contigo, podría, pero no, es tanto el odio que me invade que ahora solo pienso en la “otra ella” y  mentirle con caricias falsas.
Se que de aquí un tiempo, esas caricias se llenen de amor, te olvidaré, ni siquiera me acordaré de tu nombre, total... eres la persona que mas amor me ha dado, pero la que mas me ha jodido.
Me salvaste la vida, y ahora me has hundido mas de lo que estaba antes de conocerte. Has abierto una brecha en mi corazón que nunca voy a perdonar. Nunca.
No te voy a llorar, no te voy a decir ven, por que no quiero que vengas nunca mas, no voy a sentirme mal, esta vez la mala eres tu. Yo te hice daño, pero tu... No puedo creer que me mintieras tan bien...
Jamás te he importado, ya puedes dejar de fingir, se que ahora que no estoy en tu vida sonrríes como si nada poerque en el fondo... siempre te he dado igual.




 Siempre tuya.                            


Yara.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Save you.


-¿Yara, que escribes? Tía deja eso y salgamos por el pueblo venga.
-Espérate Evelyn, tengo que terminarlo.
-¿Terminar el qué?
-Esto.

“Quiero entregarte primero de todo mi CORAZÓN. Si pudiera arrancármelo del pecho, arrancármelo todavía bombeando sangre entre mis manos, líquido rojo negrizco que se cuela entre mis dedos.
Quiero entregarte mi CEREBRO, cofre que guarda los recuerdos hechos de una sustancia desconocida. Un cajón en medio del alma que ha permanecido abierto demasiado tiempo abierto.
También te ofrezco mis PULMONES, símbolo de vida. Tu siempre has sido como el aire que respiro, un humo que se cuela dentro de mi, hasta matarme de asfixia por el dolor, como si mi propia mano se estrangulara hasta hacerme llorar.
Por eso también quiero entregarte mis OJOS. Dos esferas con un agujero negro en cada centro, por los cuales tu imagen penetró hasta calarme en lo mas hondo. Quitármelos y quedarme ciega, y sin lagrimas que derramar.
Por último quiero entregarte cada una de mis VENAS, por donde circuló el alcohol que bebí por imaginarte a mi lado. Me gustaría entregarte mas partes de mi y otras vísceras pero lo demás ya está dañado del todo.

Guárdalo todo en una caja, ponle candado y tíralo en el mar de tus sueños, dónde navega cada noche de dolor y el odio de tu pérdida.”

-Yara... vámonos.
La miré con los ojos en blanco.
-Le dijiste que no volviera.
-Lo se...
Me quiso abrazar pero no quise, esquivé sus brazos. No quería consuelos.
-Habla con ella.
-¿Con quién?
-Con Diana.
-Evelyn... no se quien es Diana.

martes, 6 de diciembre de 2011

4 años.


Querido Jhon,
Hace tiempo que no te escribo, un año exactamente. Ya sabes que cada año que pasa, siempre me acuerdo de ti por estas fechas.
Cada año es mas agradable ver como el tiempo pasa hasta no dejar rastro de lo que fue anteriormente.
Te echo de menos, no lo voy a negar, la experiencia me ha enseñado que negar algo de o que eres bien consciente es una tontería.
Sigo preguntándome porque no luché por ti. Sigo pensando en que fui una gilipollas en dejarte ir, tanto tu como yo sabemos que tu para mi eras mi vida, y te dejé escapar de la manera mas absurda. Pero ya es tarde para lamentarse. Parece mentira que después de 1.460 días que han pasado todavía te recuerde, pero ya sabes lo importante que fuiste para mi.
¿Recuerdas el puerto? ¿A caso has vuelto allí en estos cuatro años? Yo si, y siempre te he recordado. Te recuerdo en muchos momentos de mi vida, para sentirme mas fuerte, o por sentir que tu fuiste un error que no debería cometer nunca más. Puede que tu perdida me haya llegado a cambiar la vida.
Pasé los dos años mas tristes de mi vida, tan tristes y llenos de dolor que no se lo desearía ni a mi peor enemigo. Dos años de lágrimas insaciadas y de tristeza a flor de piel.
Pero todo eso ha cambiado con el paso del tiempo. Como te dije hace en otra carta, he cambiado mucho, ya no soy la niña que recuerdas, me he hecho fuerte, aun que no invencible, me he reinventado de nuevo, he cogido el toro por los cuernos para no volver a caer, y me ha ido bien.
He conocido a Diana, una persona que me ha hecho subir hasta las nubes y mas allá, que me ha querido y me sigue queriendo tanto o mas que tu lo hiciste jamás. Es... el amor de mi vida. Siento que sin ella no puedo vivir. La quiero a mas que nada en el mundo Jhon, y puede que esto te haga feliz, quiero que seas que ella es la que me puede tratar mejor que ninguna otra persona en el mundo. Sí, es duro, porque tenemos que luchar nuestro día a día, pero la quiero... es lo mejor que me ha podido pasar en la vida.
No por ese motivo voy a reemplazar tu recuerdo jamás, ya sabes que eso es imposible, pero ella ahora es el centro de mi universo, todo lo que tengo es lo que ella me da y lo que yo le doy. La quiero... es la misma sensación que sentí hace 4 años atrás y eso me hace feliz. Ella me llena.
Te echo de menos, y eso lo repetiré cada año que pase, espero que tu también encuentres a alguien que te quiera tanto como Diana a mi.

Feliz 6 de Diciembre.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Te odiare por no quererte mas.


¿Y bien? ¿Esto es todo? Nunca me había arrepentido de algo tanto como ahora. Palabras de amor que se convierten en odio. Rechazo a la persona que mas he querido. Mentiras. Engaños. Ilusiones rotas por tu culpa. Y por otro lado, mi corazón quebrado por un dolor inmenso. No, no te lo voy a dejar ver mas. Ni hablar. Lloré por él. Lloré por ella. No voy a llorar otra vez. Nunca mas voy a enamorarme. NUNCA. Me la suda si alguien me quiere. Voy a utilizar a las personas como me han utilizado a mi. Voy a ser la mas gran hija de puta que has conocido. Si. Voy a revivir de nuevo. Voy a volver a nacer. Voy a renovarme y no me valen los lo siento. No me valen. Voy a hacer daño. Quiero que alguien pague por lo que estoy pasando. Voy a caer en mil brazos y en mil labios hasta que cure mi alma. No, eso es imposible... Voy a desgarrar corazones, y voy a llenar mis ojos de odio al verte. Voy a ser fría por dentro. A partir de ahora mi corazón ha muerto. Solo malos pensamientos tendré en mente. Nunca mas me van a herir como tu lo has hecho. ¿qué no podías vivir sin mi? Eso quedó en el aire. Me juraste tantas cosas y no has cumplido ninguna. Siempre. Menuda gilipollez de palabra. A partir de ahora mi palabra será Nunca. Nunca volveré a amar. Nunca volveré a caer en las mentiras de nadie. Nunca volveré a sufrir por quien ahora es feliz sin mi, nunca voy a entregarle el corazón a nadie. Viviré de forma que ya nadie pueda herirme. Nunca mas dejaré que nadie me diga te quiero, porque será mentira. Todo el mundo hiere. Todo el mundo dice amar. MENTIRA.
Voy a transformar el amor que siento por ti por odio. Voy a odiarte aunque eso para mi sea imposible. ¿Quién fue Diana? No lo sé. Yo nunca conocí a una Diana. Si. Voy a renegar de mi pasado. Voy a encontrar el calor de sus abrazos en los de mil mujeres. Voy a hacer ver al mundo que Yara nunca se rinde. No mientas mas. Se que ahora no sufres por mi. Se que no lloras por mi perdida. Se que no enciendes una vela por la noche. Se que ya no hueles la ropa en busca de mi aroma. Se que ya me olvidaste. Se que yo no soy nada para ti. Se que me obvias. Se que me has ahogado en otros brazos. Se que no me fuiste sincera cuando me miraste a los ojos hace cuatro días diciendo “t’estimo massa”. Lo se y por eso ya nunca seré la Yara de siempre. A partir de ahora voy a llorar por las noches y reír por las mañanas. Odio es lo único que voy a sentir por ti, porque no pienso quererte mas. Esta noche pasara. Hoy, sábado, pasará. Y en cuanto pase, tu también me acabaras odiando. Ya sabes el dicho, el pasado siempre vuelve, y te voy a esperar. Volverás y yo te voy a decir una cosa en el oído que nunca te dije a la cara.

No la mientas a ella también diciéndole Siempre, porque siempre es un si eterno.
Acuerdate de que día es mañana.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

No tengo ganas de morir, pero tampoco me quedan motivos para seguir viviendo.

No sabia donde ir. Estaba asustada, perdida, desorientada. Mi madre quiso evitarlo, se puso delante de la puerta con los ojos bañados en lágrimas.
 -Por favor Nayara, no te vayas.
 -Déjame en paz, ya no aguanto mas aquí dentro –cogí la puerta y me fui corriendo.
Todo estaba oscuro, y no sabia donde podía ir. Diana se había ido con Bea otra vez. Me sentía tan estúpida de haberla creído, tan idiota... No podía sostenerme en pie a penas, el frío se me clavaba en el fondo de los huesos. Todo me parecía irreal. Los gritos de mi padre, la sangre en la boca del golpe que me dio, mi madre, Diana... todo me venía de golpe. Ahora solo quería huir.

Llamé al timbre dos veces y Evelyn me abrió la puerta. En cuanto me vio supo que nada iba bien. No le dio tiempo a hablar, me abalancé a sus brazos sollozando, gritando, suplicando que esa tortura acabara ya, ese fuego que me consumía por dentro hasta matarme. Quería arrancarme el corazón del pecho para dejar de sufrir, sentía que no merecía la pena vivir mas. Diana ya tenía a Bea, era lo que ella quería. Ahora ella era feliz. Y ahora la que se ahogaba en ansiedad y dolor era yo. Era una víbora que me comía por dentro hasta dejarme sin respiración y lágrimas.
Estuvimos en su cuarto, y hablé con Diana, suplicándole que volviera. Pero entonces me di cuenta de todo. Me había estado mintiendo durante todo este tiempo, me había prometido que volvería conmigo en cuanto estuviera mejor, me había jurado de que lo nuestro sería para SIEMPRE. Y todas esas promesas ella sabía que nunca las cumpliría, y aún así me tubo engañada, creándome esperanzas, y yo confiando en ella y en que no volvería a suceder nada con Bea, que me quería a mi y sería incapaz de volver a cometer el mismo error. Que engañada estaba.
 -Yara, déjala ir, ¿no te das cuenta del daño que te está haciendo? Lo único que quiere ahora es estar con Bea, ella no te quiere,  dudo que te haya querido alguna vez. No te merece Yara, no te veía así de mal desde... –la mire a los ojos y calló. Sabía perfectamente que iba después del “desde”. Eva. Era ella la que me izo daño, me utilizó como un pasatiempo quizás, pero que yo recuerde ella nunca me mintió. Siempre me dijo lo que había y aún así la quería. Nunca me dijo te quiero hasta que no lo sintió, nunca me preguntó porque el corazón me iba tan rápido porque ella sabia la respuesta. Nunca me prometió cosas que no cumpliría, pero tampoco me dio el cariño que me dio Diana. Nunca me dijo as cosas tan bonitas que me dijo. Quizás fueran todo mentiras, pero en ese momento puedo jurar que fui la persona mas feliz del mundo.
Pero ella prefería a Bea. Ella le prometía cosas que yo no le di, cosa que dudo, porque yo lo di todo por ella. TODO.

Salí de casa de Evelyn dándole un beso y un abrazo, y me fui calle arriba. Sabía perfectamente dónde tenía que ir en esos momentos. Fui dirección a la plaza del pueblo y subí por unas escaleras. Fui directa al banco donde nos despedimos Eva y yo esa noche. Todo parecía igual que entonces. De repente cerré los ojos y oí su voz.
 -Te dije que Diana te aria daño. Mírate ahora Yara, te has escapado de casa y quieres morirte porque sientes que te duele demasiado, Yo no te hubiera hecho nunca eso.
 -¡Eso es mentira! –grité.- Tu me hiciste daño Eva, y ella me dio el amor que tu nunca me diste.
 -Ya lo veo ya, a base de mentiras.
Abrí los ojos y respiré hondo. En el fondo tenía razón, a base de mentiras fui la chica mas feliz del planeta. Mis ojos ya no querían llorar mas, ya no les quedaba lágrimas que soltar. Ya era tarde para mentirme a mi misma y autoconvencerme de que yo no quería a Diana. Ya era demasiado tarde, y el dolor aumentaba cada vez que imaginaba a Diana con Bea, entre risas y besos de falso amor. Lo único que podía pensar en ese momento, fue que yo decidí sufrir por ella, yo fui la que eligió quererla a ella, y entregar mi corazón confiando en que nunca me haría daño. De repente me levanté con los ojos empañados y empecé a correr. Corrí y corrí por los campos oscuros, y los huertos llenos de piedras, corrí como la última vez que besé los labios de Eva, corrí como esa noche que sentía dolor corriendo por mis venas. Corrí deseando llegar hasta donde estuviera ella, y gritarle porqué yo, preguntarle que tenía Bea que no le pudiera dar yo, que porqué me había mentido sin tener en cuenta mis sentimientos.

Llegué a casa de Gonzalo a las diez y media de la noche, y me dijo que diéramos una vuelta. Mi amigo, alto, con e pelo rojo y de aires tristes supo comprender por lo que pasaba en ese momento.
 -¿A donde quieres ir? –me preguntó.
 -Al cementerio, todavía es el día de los difuntos, y quiero ir allí, es el único sitio donde se que hay paz.
 -Vale, vamos. –cogió mi mano en la oscuridad y, aún que sabía que para él significaba algo distinto el cogerme de a mano, me dio igual.

En el cementerio estuvimos hablando sobre Diana y mis padres. Admití que la echaba de menos, que nunca la olvidaría, y que a partir de ese día nada volvería a ser igual. Ya nadie podía hacerme feliz. Le dije que todavía tenía esperanzas de que algún día, dentro de unos meses me llamara y me dijera que quería mi amistad, aún que solo fuera eso yo ya sería feliz de nuevo.

Acabamos bebiendo vodka negro en el coche, poniéndonos ciegos de alcohol, haber si de esa manera podía curar algunas heridas de as mil que me izo Diana. Tenía miedo de quedarme a solas con mis pensamientos porque sabía que la tortura continuaría.

Llegué a las dos de la mañana a casa. Nadie me dijo nada, nadie me había echado de menos. Legué a mi habitación. No me molesté en abrir la luz. Me desnudé y me metí en la cama, y entonces lo noté. Los fantasmas de los recuerdos volvían al acecho para no dejarme dormir, derramado lágrima tras lágrima, hasta que comprendiera que Diana no me quiso, y que ahora junto a Bea si que sería feliz, que me olvidaría rápido y que sería simplemente para ella, una chica mas, que se enamoró de ella y ella de la chica no.

Yo no quiero morir, pero tampoco me quedan razones para seguir viviendo, porque la única razón que tenía, me dejó por un corazón de trece años sin saber que nadie la va a querer tanto como yo la quise y, obviamente, la sigo queriendo ahora.

lunes, 31 de octubre de 2011

Me siento en estado de Standby.


Esa era una de esas tardes que no tenía ganas de hacer nada. De esas tardes en que estas en estado de “stanby”, esperando algo, viendo como el tiempo avanzaba por las agujas del reloj. De repente sonó mi móvil, era Clara, una chica rubia, muy guapa y con vestimenta ancha.
 -¿Sales?
 -Me tengo que duchar y arreglar, pero si, si que salgo.
 -En diez minutos estoy en tu casa –dijo contenta.

Después de acabar de pintarme los ojos negros y alisarme mi pelo naranja, salimos por la puerta de mi casa sin hacer ruido.
Estuvimos hablando de las ultimas borracheras que nos habíamos pegado en el bar del pueblo, las tonterías que habíamos dicho y de las gilipolladas que habíamos hecho. Miriam me llamó diciendo que nos esperaba en la plaza de la iglesia, así que nos pudimos en marcha. Todo iba bien hasta que un numero desconocido llamó a Clara. Al contestar supe perfectamente de quién se trataba. Era Eva, acompañada de Bob y los demás que estaban en el polideportivo. No tuvimos más remedio que ir con ellos. Empecé a temblar delante de la idea de verla de nuevo después de la discusión que tuvimos sobre Diana. No soportaba el pensar que quizás no me hablaría o me miraría con esa mirada que tantas veces me había hecho enmudecer. La misma mirada que me izo cuando, estirada en el suelo borracha, me dijo que porqué Diana y no ella. Esa mirada que me hacía derrumbarme al suelo.
Mis pasos avanzaron poco a poco por las calles hasta llegar a ella y a los demás. Sin apenas mirarla a la cara les dije a todos un “hola” ahogado. Algunos contestaron, otros me ignoraron.
La tarde transcurrió lentamente, obviando su presencia y evitando tratar temas puntiagudos. Yo hablaba con Bob, y ella con Clara y Evelyn, que llegó mas tarde. Habíamos intercambiado algunas palabras, y me pareció no ver rencor en sus ojos. Empezaba a estar tranquila. En ningún momento dejé de hablar con Diana por el chat del móvil, y así me veía menos indefensa delante de Eva.
Cada vez, Eva hababa mas conmigo, y yo con ella. Definitivamente no le dio importancia a la conversación que tuvimos, excepto cuando hacía algún comentario sobre Diana, que ella parecía fruncir la frente. Estuvimos cantando y fumando hasta que fueron las siete y se tuvieron que ir todos. Yo también me fui a casa, quería estar sola.

Eran las diez y media cuando salí de casa con los auriculares a todo volumen. Llegué al bar del pueblo y me fui al piso de arriba donde estaban Miriam, Evelyn, Clara y Iván.
Después de unos cuantos tragos de Vodka y Tequila, ya estaba dispuesta de reírme de la vida y a pasármelo bien. Estuvimos riendo a carcajadas por las calles del pueblo hasta el polideportivo. Todo iba bien hasta que fue la hora de volver a casa.

Iba mirando el móvil, no sabía por donde iba concentrada en mi conversación con Diana cuando de repente caí. Sentí que todo desaparecía en la oscuridad, y un grito ahogado salió de mi garganta. Sentí el vacío bajo mis pies, una sensación difícil de describir. Todo desapareció al impactar contra las rocas. Mi cuerpo bajó dándose golpes en la cabeza, la espalda y las piernas. Mi corazón dejó de bombardear mi sangre y todo se bloqueó. Abrí los ojos poco a poco, tenía la cara contra el suelo. Intenté moverme pero no pude, las extremidades no respondían, mi cabeza daba vueltas y mi respiración se me entrecortaba.
En ese momento no temí por mi vida o mi estado físico, sino pensé en Diana. Pensé en ella todo el tiempo. Recordé sus caricias entre mis sábanas, sus besos bajando por mi espalda, mi cara contra su pecho desnudo, sus ojos, sus labios. Recordé todo lo que había perdido y todo lo que podía perder si algún día yo faltaba en este mundo.
Oí gritos, llamándome, preguntándome si estaba bien, pero no contesté. Simplemente cerré los ojos y seguí imaginando a Diana mientras los minutos pasaban. Moví las puntas de los dedos, comprobando su movilidad e intenté levantarme del suelo entre las rocas, pero desistí al ver que era imposible. Y me quedé allí, tirada en el suelo, con las rodillas y los pies sangrando, viendo como el tiempo pasaba y yo me quedaba inmóvil, sintiendo que mi vida cada vez tenía menos sentido.

Eran demasiadas las cosas que había perdido ya, solo la vida era lo único que me faltaba por perder.

domingo, 30 de octubre de 2011

Ojos que no ven, corazón que no siente.


Al llegar a clase vi ojeras en las caras de mis compañeros, algunos todavía iban con gafas de sol o resaca. Un fin de semana movido.
 -¡Yara! –me taparon los ojos con dos manos inhumanamente heladas. Deduje por su temperatura que era Alexia, no muy alta, con el pelo perfectamente ondulado, ojos grandes y casi tan oscuros como los míos. Y con un gran sentido para la danza.
 -Alex, ¿quieres hacer el favor de quitarme tus manos de la cara?
 -Siempre sabes que soy yo... ¡No se vale! –dijo indignada por mi acierto.
Me reí y ella me dio una colleja. Cinco minutos mas tardes después entró el profesor de castellano y me acomodé en la silla, dispuesta a dormir hasta que acabara su exposición sobre “el Mío Cid”.

Pasaron todos los días de la semana iguales, rompiéndome por las noches pensando en Diana, y durmiendo en las clases lo que por la noche no descansaba. Las cosas habían cambiado, hasta mejorado con Diana. Quedábamos por Figueres por las tardes, hasta la acompañé a hacerse unas fotos. Por la calle me sonreía y yo era feliz al verme junto a ella como unos meses atrás. Eva había desaparecido de mi vida, ya ni la veía y eso era bueno, ya casi ni me dolía pensar en ella, ya no se me aceleraba el corazón en pensar que seguía enfadada conmigo por haberle dado una oportunidad a Diana. Todo parecía estar en su sitio de nuevo hasta que me di cuenta de que se acercaba un día. El día.
Me hundí de golpe y porrazo. ¿Qué éramos Diana y yo? ¿volvíamos a estar juntas? ¿y qué pasaba conmigo?¿ y si volvía Bea en su vida?
Me armé de valor y se lo pregunté por el chat.
 -Diana, ¿tu y yo qué somos?
 -Amigas.
Una oleada de dolor me apuñaló sin piedad por la garganta hasta que me izo llorar de rabia. Rabia por que eso siempre me había dolido. Me veía como una simple y vulgar amiga. De esas que saludas cuando no tienes nada mejor que hacer, con la que quedas para ir de compras o tomar algo en un café. Me dolía en el alma pero tenía que aguantar, no podía dejar que viera que le daba tanta importancia.
 -Las amigas no se dicen te quiero, o se besan.
 -Ya lo se. –se quedó callada y luego se atrevió a decirme un simple “no sé que decirte”.
Esas palabras eran peor que el hacerse uno mismo el haraquiri.
Sabía perfectamente que dentro de unas horas volvería a ser día veintinueve. Ya me había hecho una idea de lo que me esperaba esa noche, una tortura llenos de fantasmas del pasado torturando mi pobre cabeza ya taladrada por el dolor.

Esa noche no cené apenas nada, y me fui a dormir. Después de discutirme con Diana nunca tenía ganas de nada. La marcha atrás ya se había disparado y el cronómetro luchaba contrarreloj. Faltaban apenas unos minutos para las doce de la noche, y yo seguía llorando arrastrando por el cojín las gotas cristalizadas que salían de mis lagrimales. ¿Sería capaz de decirle cuanto la quería esa noche? A pesar de las discusiones nunca  dejé de creer en ella, que aún así ella me seguía queriendo dijera lo que dijera. La cuenta atrás se activó. Tres... dos... uno...
Mis dedos se abalanzaron sobre el teclado del móvil y sin pensarlo le escribí dos tristes palabras. Te quiero. No me esperaba una contestación tan directa como la que me dio. Ella también me quería. Y allí fue cuando me y cuenta de que no hacían falta etiquetas para definirnos. No éramos pareja, pero tampoco éramos amigas. No estábamos juntas del todo, pero algo nos unía. No lo sabíamos del todo lo que queríamos, pero si que sabíamos que nos queríamos.
 -Para mí este día significa lo mismo que antes. Felices cuatro meses Yara.
 -Felicidades Diana. Buenas noches. –me despedí mas tranquila.
 -Buenas noches, te quiero.
 -Y yo a ti.

Al día siguiente me levanté a las seis de la mañana para ir a Barcelona con Evelyn, Gonzalo y Miriam. Necesitaba un cambio de aires y desconectar del mundo aún que eso fue imposible. Evelyn me preguntó qué me pasaba, y Miriam, preocupada me abrazaba con fuerza. Estaba enamorada, eso era lo único que ocurría, y eso me hacía sonreír y llorar al mismo tiempo.
 -Volverá Yara, ya verás como volverá –dijo Evelyn.
 -Lo sé.

Cuatro meses. Cuatro meses de lucha sin pausa por lo que queríamos. Cuatro meses a su lado, por así decirlo. Cuatro meses de sufrimiento por ser felices. Cuatro meses queriéndola abrazar a cada instante. Cuatro meses de lágrimas, sollozos, abrazos, besos, decisiones importantes, complicaciones, amor, pasión, placeres y valentía.

Cuatro meses con Diana, y los que quedaban por llegar.

miércoles, 26 de octubre de 2011

En el pozo de los recuerdos no hay ni amigos ni perdón.


Después de todo Evelyn pudo calmarme. Me dijo que lo que me dijo Diana podía ser cierto. La echaría tanto de menos... Sabía que era difícil lo que me proponía, pero debía luchar por ella, era lo único que podía hacer, estaba harta de rendirme una y otra vez.
 Pero ten cuidado –me advirtió.
 -Lo tendré, Evelyn.
Cuando decidí que ya había hablado lo suficiente sobre mi le pregunté por ella.
 -Pues como quieres que esté. No puedo olvidar a Bruno.
Bruno era un chico alto, moreno, apuesto. Él estuvo mucho tiempo enamorado de Evelyn mientras yo estaba con Eva, pero la cosa cambió cuando conoció a Paula, una chica rubia de pelo excesivamente largo y liso, de ojos verdes y piel clara. Iba conmigo en clase hacía un año, y fue la que apartó a Bruno de Evelyn. Empezaron a salir cuando Evelyn estaba dispuesta a entregarle su corazón. Desde que pasó eso, ella nunca levantó cabeza, aguantando día a día rota por dentro, y aún que ella me lo negara siempre, lloraba cada noche por él. Yo sabía que Bruno todavía la quería pero nunca lo afirmó por Paula.
 No tengo ganas de hablar del tema –dijo desanimada.
 Evelyn... ¿Por qué no le dices la verdad?
 -No, ya es tarde.
Se hizo un silencio incomodo y luego decidió hablar.
 -Tengo que colgar, mi madre me llama.
 -De acuerdo, te quiero.
 -Y yo.

La oscuridad se me comía por dentro, parecía que mi cabeza iba a estallar en cualquier momento. Los recuerdos se me clavaban en el fondo de mi corazón, todo era tan difícil y extraño... Me puse los auriculares intentando amortiguar así los golpes de dolor. Diana. Era lo único que sabía decir al abrir la boca.
Las lágrimas se esparcían humedeciendo el cojín, y el sudor frío me recorría la frente. Esa noche iba a serme difícil dormir, por el agridulce recuerdo de aquel beso que me dio en la estación y por otro lado estaba Eva, que intentaba hacerse un hueco en mi mente.
Lo evitaba, me esforzaba por hacerlo. Desde que le dije adiós intentaba olvidar el pasado y centrarme en el futuro, pero a veces me hundía, el dolor me derrotaba. Pero sabía que elegía bien al quedarme junto a Diana.
Os quiero a las dos por igual, le dije a Eva.
 -Yo sería capaz de dejarlo todo por ti, Yara. Dame una oportunidad de demostrar lo que siento por ti, es fácil elegir.
 -No puedo –mi corazón se iba desgarrando poco a poco, derramando manchas negras en mis sentimientos tan blancos hacia Diana –no puedo –repetí tan bajo que dudaba que me hubiera escuchado.
Levaba intentando no recordar cada noche, pero a veces pecaba de mi fragilidad y caía en el pozo negro de donde me sacó Diana.
Finalmente me dormí cuando ya amanecía. Media hora después sonó el despertador y maldecí los lunes. Me vestí, y me enfundé en mis bambas roídas, salí de casa sin desayunar y con mi mejor sonrisa de falsa felicidad.

lunes, 24 de octubre de 2011

Me hundo al saber que esta puede ser la ultima vez .


Estuvo un rato callada, inmóvil, como si el tiempo se hubiera congelado. Sentí que me había sacado una tonelada de presión encima, pero ella seguía sin moverse.
Quise suponer que esas palabras la habían dejado aturdida, sin saber qué decir.
 -Lo siento, no te lo tendría que haber dicho –susurré casi para mí.
Y de repente ella levantó la vista del punto en el infinito donde miraba, y me quiso decir algo, intentó hace como un gesto, una mueca intentando decir algo pero se echó para atrás. Sus dedos acariciaron mis mejillas encharcadas el lágrimas de dolor. Ella era mi vida, si ella me faltaba sabía que me perdería a mi misma. La otra mano, recorrió fría mi brazo, mi hombro, mi cuello y mi nuca. Tuve la sensación de que volaba cuando me tocaba, que me llenaba de vida, volvía a ser yo misma, ya estaba completa. Su pelo rubio y corto brillaba con los reflejos del sol del atardecer, ese sol rojizo y el cielo naranja lleno de rayos intentando huir de su murete, vencidos por la noche. Sus labios acariciaron los míos, finos como la tela de un vestido blanco en la orilla de la playa. Se movían acompasados con los míos, al ritmo de mi corazón, que parecía una bomba de relojería a punto de estallar en mil pedazos. Era tan perfecta... sus manos acariciándome el pelo, su pelo, su olor la misma que dejaba en mis sabanas esos mediodía en mis sabanas.
Todo el camino hasta la estación de buses se me hizo raro. No me cogía de la mano como antes, aún que me seguía mirando de esa manera que tanto me gustaba. Ya estaba oscuro el cielo y las luces de la calle se iban encendiendo poco a poco, ya no había casi gente por la calle, el frío del otoño se había apoderado de las aceras de Figueres.
Al ver el rojo de los rótulos de la estación a lo lejos e di cuenta de que se acercaba la despedida, puede que temporal o puede que eterna. No podía hacerme la idea de dejarla ir así sin mas.
 -Bueno, yo me quedo en el carril 1, ya lo sabes. –Dije medio titiritando del frío.
 -Toma –me acercó su chaqueta negra y me la extendió con el brazo derecho.
 -Gracias. ¿Nos volveremos a ver?
 -Cuando quieras.
 -Vale. Adiós Diana.
 -Adiós Yara.
Di media vuelta y me fui arrastrando los pies como si cada vez me costara mas alejarme de ella. De repente oí su voz en la lejanía y me giré. Diana vino corriendo detrás de mi hasta alcanzarme, se paró delante de mi y sin darme tiempo a preguntarle nada me cogió la cara y me besó. Fue un beso con muchos sentidos, demasiadas sensaciones al mismo tiempo bajo las luces de las farolas. Sentía felicidad al saber que eso no era un “adiós”, sino un “hasta luego”, sentía que ella también me quería, al menos conservaba algo de su antiguo amor que sentía por mi; pero por otro lugar, sentía que esa también podía ser la última vez que nos viéramos, sabía que sus padres no le dejarían verme y hasta le quitarían todos los medios para contactar conmigo. Sabía que todo estaba pendiente de un hilo, que en cualquier momento algo podía fallar.
Una voz por megafonía anunció la salida de mi autobús en cinco minutos.
 -Vete tranquila, nos volveremos a ver, te lo prometo.
Le acaricié la mejilla con el dorso de la mano y me fui directa al interior del autobús con la sensación de dejarme algo atrás muy importante.
En cuanto me senté en el ultimo asiento del vehículo me puse los auriculares y respiré hondo. Me esperaba un trayecto largo a casa.

Al cerrar la puerta de casa vino corriendo mi gata Lila, una gata preciosa de ojos amarillos y pelo negro. La acaricié y ella ronroneó. Saludé con desgana a mis padres y mi hermano pequeño y me fui a la habitación. Colgué la mochila en el perchero y me quité la chaqueta de Diana. Olía a ella. Después me puse el pijama y me coloqué la bata colgando de los hombros y me encaminé al salón, donde tuve que poner en práctica mis artes escénicas para coger el teléfono fijo disimuladamente. Una vez lo poseía me fui volando a la habitación. Teclee un numero de teléfono de memoria.
 -¿Si? –sonó una voz aguda por el auricular.
 -¿Evelyn?
 -Si, dime Yara.
 -Tienes que ayudarme, he hecho algo.
 -¿A qué te refieres? –su tono de voz cambió, parecía realmente preocupada por mi.
Evelyn era mi mejor amiga, rubia, de unos ojos azules grisáceos tan felinos como los de un tigre. Ella era la única que me sabía comprender cuando todo iba mal.
 -Diana.
 -Cuentamelo.

domingo, 23 de octubre de 2011

Siento decirte que sin ti deja de haber verano


Nos sentamos en un banco del enorme y verde parque lleno de pinares. Estar allí me mataba, ver como los recuerdos me bombardeaban la cabeza y me cegaban con buenos momentos, en los cuales yo todavía era feliz.
Tuve ocasión de decirle cuanto la echaba de menos en cuanto nos paramos delante de “nuestro” banco, pero siempre había sido una cobarde y eso no iba a cambiar jamás. Quería decirle lo mucho que pensaba en ella, quizás mas de lo que debía pero eso sería rebajarme a el nivel que ella esperaba de mí, así que decidí callar simplemente por el orgullo que envolvía mi corazón y la cobardía que me estrangulaba y no me dejaba ni respirar.
 -Ven, siéntate aquí. –me dijo sin mirarme a los ojos.
Yo lo hice sin pensarlo si quiera. Ése era el momento perfecto, era allí donde debía cogerle de la mano, pero ella habló antes:
 -Te echare de menos Yara.
Se me paró el corazón, sentí que la respiración se me entrecortaba y el pulso se me disparaba. Hazlo. Venga, tu puedes; pensé.
 -Yo también a ti Diana... –no sabes tu cuanto.
Me miró a los ojos y yo aparté la vista d sus ojos de caramelo. Sentía que si la miraba directamente a los ojos podía saber lo que realmente pensaba en ese momento por tonta que fuera esa teoría. Sentía que me podía desnudar el alma con solo rozarme la piel.
 -No sé cómo hemos llegado a esto... –no quiero perderte Diana.
 -Las cosas son como son... tu te besaste con Eva y no me dijiste nada hasta que pasó un mes. Yo también la cagué con Bea, pero lo hecho echo está.
 -¿Porqué? Yo estaba dispuesta a perdonártelo pero aún así no quieres estar a mi lado. –Empezaba a poner las cartas sobre la mesa, tragándome el miedo y el orgullo. Tenía que ser valiente, aún que fuera solo una vez en la vida. Tenía que echarle todo el valor que nunca había tenido para nada.
 -Necesito tiempo.
Fue lo único que contestó. Lo demás fue silencio. ¿Porqué era tan complicado de ver que nadie la querría tanto como yo? Con ella sentía que ya no tenía miedo de nada, que me podía comer el mundo, que con ella era capaz de enfrentarme a todo lo que se me pusiera por el medio. No me daba miedo decir que estaba enamorada de una chica. Hacía un año que me gustaban, pero nunca tuve el valor de aceptarlo en público hasta que conocí a Diana.
Habían habido otras chicas en el pasado, pero nunca conocí a nadie como ella. Estuve enamorada locamente de Eva, que creí que con ella todo tendría sentido, que con ella sería feliz, pero ella no hacía mas que salir con otras chicas de Barcelona, sin importarle mis sentimientos. Pero yo la quería tanto... hubiera dado lo que fuera por ella, para que me dijera “te quiero” después de besarme, pero solo quedaba la soledad y un invierno cada vez mas largo. Pero de repente llegó el verano, llegó Diana a mi vida y ella lo cambió todo. Las flores florecieron, las nubes se separaron y dejó de llover dentro de mi, el fuego resucitó de las cenizas de un corazón lleno de heridas, sin vida.
Pero en ese momento Eva supo lo que había perdido, y volvió a por mi. Tuve que debatirme entre el pasado oscuro que tuve o  el futuro verano que me esperaba. No miento al decir que no quise a Eva, incluso cuando empecé a entregarme poco a poco a Diana. La quería, y no lo niego, pero Diana supo llenar el vacío que dejo Eva al pedirle que se fuera y que no volviera. Supe aprender a vivir sin Eva, a pesar de lo que me dolió decirle adiós, y me olvidé por completo. Entonces me di cuenta de que me había enamorado de Diana. Pero todo fue mal cuando le dije que me despedí de Eva con un beso entre lágrimas y mentiras. Desde ese momento nada fue igual que antes, ella lloraba de rabia, yo lloraba de pena, y Eva lloraba de soledad.
Después de cortar y volver, Diana me confesó que se había liado con Bea, y eso fue lo que nos izo separarnos del todo, como dos cuerpos a la deriva de un futuro destino incierto.
Yo quería volver a su lado, me sentía como un perro a sus pies, pero era la verdad. Ella me quería olvidar, puede que por dolor, o puede que porque ya no sentía lo mismo por mi. Pero yo lo veía reflejado en sus ojos, allí, sentada en el banco mirando al suelo. Podía ver que algo por dentro le quemaba pero que callaba no sabía por qué motivo.
 -Diana, he de decirte algo.
 -Dime. –levantó la vista y me miró directamente a los ojos.
 -Te amo.

viernes, 21 de octubre de 2011

Cuando te sangran las rodillas después de caer al suelo.

Me desperté desorientada. La cabeza me ardía u mis ojos recibían golpes de luz al abrirlos. Me venían recuerdos vagos de lo que pasó la noche anterior. Recordaba la musica taladrándome los tiímpanos y cuerpos moviendose arriba y abajo de la pista. Cuerpos en sudor y pies pisando el suelo con intención de hundir el suelo lleno de excesos.
Me acuerdo de los baños, donde había una chica de pelo largo y rubio que no se encontraba muy bien. Recuerdo a un chico, que bailaa detrás mio juntando sus manos en mi cintura. De ahí me situé en mi cama, nosé ni como llegué ni en que estado. La resaca hablaba por mi, un dolor de cabeza inhumano. Menos mal que era domingo y podía descansar.
De repente mi movil empezó a vibrar. Miré el contacto, y era Diana. No tenía ganas de hablar con ella la verdad, estaba de mal humor y no quería ponerme peor al oírla. No la odiaba, es más, la quería demasiado y odiaba que desde todo lo que pasó. Podía hacer ver que no había oído el movil, y hacerme la tonta diciendole que estaba ocupada haciendo vete tu a saber qué. Pero por otro lado necesitaba hablar con ella.
 -¿Yara? -contstó Diana al descolgar la llamada.
 -Si, dime, esque estaba durmiendo.
 -Ah, perdona no qería molestarte. ¿Como estas? -en el fondo sabía que no le importaba haberme despertado, en realidad le gustaba que fuera su voz la primera que oyera al lebantarme.
 -Bien, con no muy buen humor pero bien, ¿y tu?
 -Bien, bien. Hoye, hoy qudamos ¿verdad?
 -Claro, a las cuatro como siempre en la plaza de el ambulatorio.
-Guay, pues nada te dejo dormir. -dijo satisfecha de obtener la respuesta que quería.
Me despedí y me puse una camiseta. Algo me decía que hoy era el comienzo de una lucha con algo inevitable.

Después de enfundarme en unos tejanos rojos y calzarme en mis habituales bambas roídas salí de mi habitaión. Mi madre me esperaba en la cocina, preparandose para acribillarme a preguntas. Ruth era terriblemente controladora, obsesiva del orden y prefeccionista en todo. Tenía el pelo negro y largo y era algo rellenita. ¿Qué excusa le hiba a poner hoy? Cada vez era mas difícil quedar con Diana sin que lo supiera. Si ella supiera que todas las veces que había bajado a la ciudad era para verla ya me hubiera puesto en un internado o algo asín. Siempre he sabido que mi madre me consideraba una enferma mental. Estaba acostumbrada.
Intenté parecer natural cuando me preguntó a donde iba y con quién.
-He quedado con Evelyn. -mentía.
-¿Evelyn? pensaba que estaba en Barcelona este fin de semana.
-No, al final se queda con su madre que tiene que ayudarla con la mudanza de la casa.
-¿Y a donde vas? -insistió.
-A Figueras, con ella y unas amigas de por allí. Mamá me voy que sino no cogeré el bus a tiempo. -e di un beso y desaparecí hantes de que pudiera contestarme on una replica mas.

El viaje se me izo largo, necesitaba verla, aún que fuera para hacerme más daño a mi misma. Cada vez que la veía era como una tortura, una procesión de dolor por dentro de mis entrañas. Insufibles nerbios.
El autobús paró y abrió las puertas. Cogí la mochila que llevaba siempre conmigo y bajé del automóbil. al pisar los pies de la plaza del ambulatorio empezé a rezar todas las oraciones que me sabía de memoria para que mis piernas no me fallaran no quería caerme al suelo, aún que el dolor del impacto con el frío suelo sería mucho más agradable que no el dolor que  me causaba su presencia, sus ojos color miel mirandome sentada desde el banco de enfrente. Caminé hacia ella, con la sensación de dar un paso hacia delante y dos hacia detrás. Todavía la quería después de todo. No la quería, la amaba como a nadie había amado. Lo habría dado todo por ella si me hubiera dado la oportunidad, pero como siempre, sentía que llegaba tarde una vez más. Me planté ante ella y ella se lebantó. Me dió un beso en la mejilla, qué triste.
-Hola, ¿hace tiempo que me esperas? -mi pregunta tenía doble sentido, pero ella pareció no darse cuenta.
-No, acabo de llegar. ¿Vamos? -me dijo mirando para el enorme parque de árboles inmensos detrás de unos edificios. Era el parque donde nos comimos el helado esa tarde de verano, donde nos besabamos, cuando ella todavía me quería.
No dije nada, simplemente la seguí. Ese fué el momento en que supe que en algun momento estallaría mi corazón, y cuando pasara, ya no habría marcha atrás.