Sigue sonando esa terrible melodía que
me había cantado él en la oreja, susurrándome con su aliento
áspero y fresco. De repente él me abrazó, como quien abraza un
suspiro de aire cuando no te queda mucha vida por las venas y te
aferras a la vida. Me abrazaba tan fuerte encima de mi cuerpo
estirado en su cama... un lecho adorable en medio de una sala fría y
oscura. La canción me llamaba en un idioma que yo solo entendía.
Juliett, decía la canción. De repente, mientras el cuerpo parecido
al de un lobo me tenía cogida entre sus brazos, le cogí la mano que
estaba en mi cintura y con un golpe seco la puse encima de mi
estomago. Sentí una punzada tan fuerte que me quitó todo el aire
que tenia dentro de los pulmones. Los dos miramos que había dentro
de su mano. Era una daga. La había cogido yo misma, y con su mano me
había matado, con una apuñalada en medio del abdomen. Yo respiraba
fuerte y dolorosamente, mientras él me miraba a los ojos con cara de
horror. No sabía que había pasado, y ni siquiera si había sido él
el que me lo había clavado. De repente se abrió una puerta, y
apareció ella, y cuando vio mi cuerpo tendido, con tan solo unos
pocos minutos de vida, con el corazón parándose poco a poco, la
daga que atravesaba mi cuerpo como una lanza, u la mano de Wolf
encima del puñal, cayó al lado de mi cuerpo tiritando de dolor.
“Julie, aguanta, aguanta por favor...” repetía mientras Wolf
todavía sin reaccionar miraba la terrible escena de mi muerte.
“¿¡Que has hecho!? ¡Eres un asesino! ¡Alejate de ella! ¡No la
toques!”, gritaba ella sin cesar. Wolf se apartó un poco y observó
como mi mano recorría las rojas sabanas hasta llegar a su cara. “Lo
he conseguido... he conseguido que llores, ya eres libre Wolf...”
dije sin aliento en mis labios morados. Le sequé una lágrima que
salía de sus ojos verdes, y giré la cabeza hacia ella. “Te quiero
Alejandra... Siempre te he querido. Te esperaré... lo juro...” y
cerré los ojos para preparar la llegada de mi muerte inminente.
“Julie, Julie por favor mirame... Julie...” dijo ella llorando.
Él se guardó mi mano entre sis labios
y lagrimas, y ella sostuvo mi cabeza entre sus brazos, con la
sensación de haber muerto ella también.