domingo, 17 de junio de 2012

Un asesinato suicidio.


Sigue sonando esa terrible melodía que me había cantado él en la oreja, susurrándome con su aliento áspero y fresco. De repente él me abrazó, como quien abraza un suspiro de aire cuando no te queda mucha vida por las venas y te aferras a la vida. Me abrazaba tan fuerte encima de mi cuerpo estirado en su cama... un lecho adorable en medio de una sala fría y oscura. La canción me llamaba en un idioma que yo solo entendía. Juliett, decía la canción. De repente, mientras el cuerpo parecido al de un lobo me tenía cogida entre sus brazos, le cogí la mano que estaba en mi cintura y con un golpe seco la puse encima de mi estomago. Sentí una punzada tan fuerte que me quitó todo el aire que tenia dentro de los pulmones. Los dos miramos que había dentro de su mano. Era una daga. La había cogido yo misma, y con su mano me había matado, con una apuñalada en medio del abdomen. Yo respiraba fuerte y dolorosamente, mientras él me miraba a los ojos con cara de horror. No sabía que había pasado, y ni siquiera si había sido él el que me lo había clavado. De repente se abrió una puerta, y apareció ella, y cuando vio mi cuerpo tendido, con tan solo unos pocos minutos de vida, con el corazón parándose poco a poco, la daga que atravesaba mi cuerpo como una lanza, u la mano de Wolf encima del puñal, cayó al lado de mi cuerpo tiritando de dolor. “Julie, aguanta, aguanta por favor...” repetía mientras Wolf todavía sin reaccionar miraba la terrible escena de mi muerte. “¿¡Que has hecho!? ¡Eres un asesino! ¡Alejate de ella! ¡No la toques!”, gritaba ella sin cesar. Wolf se apartó un poco y observó como mi mano recorría las rojas sabanas hasta llegar a su cara. “Lo he conseguido... he conseguido que llores, ya eres libre Wolf...” dije sin aliento en mis labios morados. Le sequé una lágrima que salía de sus ojos verdes, y giré la cabeza hacia ella. “Te quiero Alejandra... Siempre te he querido. Te esperaré... lo juro...” y cerré los ojos para preparar la llegada de mi muerte inminente. “Julie, Julie por favor mirame... Julie...” dijo ella llorando.
Él se guardó mi mano entre sis labios y lagrimas, y ella sostuvo mi cabeza entre sus brazos, con la sensación de haber muerto ella también.

lunes, 11 de junio de 2012

Please, don't let it go...


¿Que me esta pasando? Oigo un ruido, y me escabullo entre la maleza. Tengo miedo, y frío, y hambre, y estoy cansada. Estoy desnuda en medio de un bosque sin final, oscuro, tétrico. De repente sale un lobo con su andar despacio, y se acerca a mi y me acaricia el cuerpo desnudo y marchito con su pelo hecho de escarcha. Me mecía entre su mirada fía, pero penetrante. Yo le acariciaba el lomo, le olía su aroma fresca a aveto. Pero vino la loba, con su mirada de fuego, su mirada protectora, y cada paso que daba, el lobo lo esquivaba. La leona finalmente se quedo a mis pies, con los dientes afilados como cuchillas, y su pelo de oro, brillante como el sol. El lobo se quedo camuflado entre la maleza y la noche. Me quede dormida entre su pelaje, entre la niebla de su sombra mientras que unos ojos verdes, punzantes como agujas miraban la escena de dos cuerpos enamorados, la leona y la mariposa, entrelazadas, dándose calor y matando el frío y la oscuridad.

domingo, 13 de mayo de 2012

Un amor contrario.

Callo lo que piensas, piensas que me callo.
Sueño lo que tu deseas, deseas que yo sueñe cada noche.
Contemplo tu belleza, mi belleza te abruma mientras me contemplas.
Grito alto para tus oídos, y tus palabras se hacen música para mis sentidos.
Tu cuerpo es perfecto, el mío es una vieja escarcha marcada en una rosa negra.
Tu un clavel, yo la tierra que provoca tu sed de deseo.
Una armonía imponente que nos separa.
Tu blanco, yo negro.
Ella suave como el algodón, yo áspera como la piel del reptil.
Cálida, duerme plácidamente, tranquila, yo fría como el hielo, oscura como la noche.
Dos alas batiendo dentro de mi cabeza.
Un rallo de luz, un atardecer de Junio...
Un suicidio y un reencuentro.
Un amor contrario.

Juegos del destino.


-Non mi toccate, ¡andare! -dijo ella con rabia en los ojos. Seguidamente ella se fue y me dejó tirada en el suelo, después de empujarme para poder salir corriendo.
Me levanté y empecé a llorar. Quise esperarla pero pasaron 2 minutos, 4 minutos, 8 minutos, 10 minutos... y ella no regresó. Así que cogí el cuchillo que tenía escondido entre las tablas de madera del muelle y contemplé el atardecer. Cuando se vaya el sol, yo me iré con la luna, pensé.
El sol se iba y el filo de la cuchilla cortante atravesó las venas de mi antebrazo verticalmente y de repente oí un ruido de detrás de los arbustos. Me asusté y caí al agua...
No recuerdo si me mató la perdida de sangre o me ahogué en el agua del lago, pero lo que si recuerdo es un grito que cortó el silencio de el anochecer.
-Julie, no! Per favore Julie non andare, segui la mia voce, si prega, Julie segui con me...
Pero yo ya no respiraba. Estaba fría, sin aliento, sin un corazón que bombeara mi sangre, sin nada que pudiera decirle a mi amada que yo estaba bien.
Ella intentó subirme al muelle, rescatarme de esas aguas tan sanguinarias, y se metió dentro del agua y me abrazó. Abrazó un peso muerto, un cuerpo sin vida, una historia ya terminada. Me beso en los labios, e intentó que los míos se movieran como cuando nos besábamos de hurtadillas, pero no pudo... yo ya me había ido.
No voy a mentir, se pasó toda la noche junto a mi, acariciando mi pelo mojado y arropándome con su vestido para que no estuviera tan fría. Que cínico, ella siempre me dijo que era muy fría, pero nunca llegó a pensar que no solo mi corazón lo sería. Lloró toda la noche, me besaba, me acariciaba, me hablaba como si era fuera nuestra última noche juntas.
-Quando il sole sorge, ti troverò. Giuro...

A la mañana siguiente, ella se despertó temprano, y a su lado solo encontró un cadáver. El mío. Se levantó y me besó por última vez en su vida y me cerró los párpados pálidos como la nieve. Puso mi cuerpo en el muelle y se fue corriendo.
Lo que se fue de ella no era difícil de averiguarlo. Se fue a la habitación del mirador de la masía donde solíamos escondernos para hacer el amor y se quitó la vida con una simple cuerda de marinero. Que triste tener que acabar una vida así... pero ella supo encontrarme de entre las sombras. Supo reconocer mi llanto de las demás almas en pena y pasamos una parte de una larga eternidad juntas. Pero algo nos izo volver. Los juegos del destino decidieron darnos la oportunidad de arreglar el error que cometimos las dos, y no estuvimos solas... siempre hubo una parte de nuestra antigua vida que supo guiarnos hasta saber el porque ella y yo nos amábamos tanto.

lunes, 7 de mayo de 2012

Al borde del suicidio, al borde te la muerte.


Me giro y empiezo a correr sin mirar hacia atrás. No se adonde voy, ni tan solo de donde vengo, solo se que quiero estar lejos de ella. ¡dejame joder! Escucho su voz gritándome. “¡Yara! ¡Yara vuelve! ¡Yara!”. No te gires, ignorala, sigue tu camino, que ella no te pueda parar, vete a donde ella nunca te pueda encontrar; me digo a mi misma. Subo por un camino de tierra hasta una explanada donde se ve toda la ciudad. Aquí estoy a salvo. Me llamas al móvil y tardo e cogerlo.
-¿Que quieres?
-Por favor vuelve.
-Nunca voy a volver.
-Yara o vienes o te iré a buscar.
-Jamás me encontraras.
-No pararé de buscar hasta encontrarte, y lo sabes.
Me asomo al tejado y la veo en el parque, lloriqueando como una niña pequeña, viendo como se le caen las lágrimas, rogandome que por favor no iciera ninguna locura.
-Mira hacia arriba, no, al otro lado, ahora arriba.
-¡Baja de ahí!
-No.
-Vuelve Yara por favor...
-Lo siento, no puedo hacer esto.
Y sin dejar de mirarla la colgué. Ella me miraba con los ojos rogantes, desesperados por ir a buscarme. Ya era tarde para las dos.
Me giré y me escondí detrás de una casita con cables dentro, en esa fría pared en la explanada enorme de color gris, con vistas a Figueres.
Lloré hasta que los ojos me dolieron, hasta que las lágrimas se secaron dentro de mis párpados, hasta mi último aliento, hasta... que llego ella.
Se arrodilló delante de mi como una fiel sirvienta a su señora, y me cogió las manos. Luego me las puso en su cuello y empezó a apretar.
-Mátame, mátame por favor, sin ti no quiero seguir viviendo. No puedo sin ti Yara.
Sabia que en esos momentos no era conmigo con quien estaba hablando, sino con Julie. Esos ojos, esa expresión, esa forma de querer morir eran típicos de Alejandra.
-Ale, no puedo matarte. Ya sabes que antes de matarte a ti, me suicido yo, y eso... ya lo sabes por experiencia.
Después de llorar ella se serenó y me dijo que sería mejor que se fuera... una vez mas. No era lo que quería pero era lo que debía hacer, ¿que mas me quedaba? ¡No tenía salida!
Y sin mas... se fue. Se había marchado ella, sin insistirme, sin rogarme una vez mas, sin despedirse, sin su típico “¿segura?”, tan fácil como respirar y tan doloroso como un puñal clavándose lentamente dentro de tu pecho rozando las costillas y perforándote los pulmones, pudriendo tus entrañas, y estriñendo tu corazón. Me levanté y grité tanto que mis cuerdas bocales se me desgarraron como si hubiera masticado cristales. Y de repente vi el precipicio detrás de la baya baja del tejado. Era hora de seguir la tradición, de decir adiós cuando ella me dijo adiós. Hasta que volvió. Y esta vez, volvió a tiempo. Con los ojos rojos de llorar, y con los brazos abiertos. Y sin más... me abalancé sobre su cuerpo repitiendo sin cesar “no te vayas nunca...”

domingo, 6 de mayo de 2012

Our summer


Hoy voy a rescatar esas pequeñas cosas que nos hacen ser grandes, esos pequeños momentos que nos hacen ser mas fuertes. Esos precisos instantes en los que te das cuenta de que no puedes abandonar el juego como siempre has hecho porque la apuesta es demasiado grande para rechazarla simplemente por no hacer un pequeño esfuerzo. Aveces lo mejor es pararse a pensar en las palabras que salieron de su boca y ver que solo resuena sinceridad y amor. Deja de tener recelo o miedo de creer que realmente ella te ama.
Somos como dos gacelas por la sabana corriendo una detrás de la otra, jugando como niñas pequeñas, y cayendo al suelo tantas veces como sea posible, porque es así el amor.
El amor son esas cosas que sientes dentro de ti pero que no puedes definirlas en una palabra porque siempre se quedaría corto con lo que realmente quieres demostrar. Esa sensación de arder en el infierno y querer morir cuando discutes con ella, pero también es esa tristeza tan negra que se aclara de repente cuando ves que no es tan malo, que podéis volver a ser una. El amor que nos une nos hace sentirnos fuertes a todo impulso, a toda ola gigante, a toda tormenta pero a la vez somos tan frágiles... 
 Y de repente, llega de nuevo el verano...

viernes, 13 de abril de 2012

Hacer el amor es cosa sencilla para las dos.

Me miras a los ojos y me dices que no te quieres separar de mi. Te abrazo y subimos a la habitación. Te vas un momento y me estiro en tu cama. Vuelves y apagas la luz tenue. Te estiras a mi lado y me abrazas contra la pared. Te huelo el pelo y te beso en los labios. Me levanto y me estiro encima tuyo. Me deseas, lo se y me dices que te pongo nerviosa. Te vuelvo a besar. Cierras los ojos y empieza la batalla por el placer y la pasión. Te desabrochas el pantalón y te subo la camiseta. Te toco y estas húmeda. Suspiras con fuerza y me dices que atente a las consecuencias. Te beso el cuerpo y tu me pides mas en silencio. Entro dentro de ti y tu gritas flojito. Voy subiendo la temperatura de tu cuerpo y tu gritas mas fuerte, y mas, y mas...
Bajo hasta abajo y tu pareces enloquecer. Me agarras del pelo y vas gimiendo desgarrando mis oídos. De repente tocas el cielo y tu cuerpo se estremece. Tus puños se cierran, tus piernas se estiran alrededor de mis sienes, de mi lengua, de mi cabeza. Levanto la boca de entre tus piernas y te miro. Pareces agotada y respiras fuertemente con los ojos cerrados. Me acerco a tu boca y te beso en la frente y en los labios. Estás extasiada y yo cansada. Te quiero, te susurro y tu tomas mi cuerpo entre tus manos con los ojos en llamas. Con tus dedos me haces tuya una vez mas y entras dentro de mi. Yo grito y tu subes el volumen de los latidos de mi corazón.

lunes, 9 de abril de 2012

Como una rosa marchita, llena de polvo, pero tan bella,,,

Era preciosa, respiraba con tranquilidad entre las sabanas blancas, las cuales fueron invadidas por un arrebato de pasión, amor y deseo en mitad de la madrugada. De repente esos ojos castaños se abrieron y me enfocaron en una mirada desorientada y confusa.
-Sigues aquí.
-Si señora, hasta que usted no me lo pida no me iré de su lado.
-Nos pueden ver aquí desnudas, ¿no te da miedo?
-No si me arriesgo por usted.
De repente una avalancha de recuerdos bombardearon mi cabeza hasta hacerme perder en la oscuridad de esa noche llena de luz. La miré y parecía una rosa marchitada, llena de polvo, pero aún así tan bella... sus ojos parecían decirle a ella misma que lo que estaba haciendo no estaba bien.
-¿Que le ocurre?
-No.
y se levantó de la cama con su cuerpo expuesto ante mis ojos.
-No podemos seguir viéndonos, Ale.
-¿Por qué?
-Porque esta mal.
Me levanté yo también y ella se apartó.
-No me toques.
-Lo he hecho toda la noche señora, puedo seguir haciéndolo ahora.
La cogí del brazo y ella se resistió.
-Miradme Julie.
-¡No!
-Miradme a los ojos y decidme si os miento cuando os digo que os quiero.
-Ya es tarde para eso.
-Nunca es tarde.
Ella se tranquilizó y se aferró a mi pecho en un abrazo que hablaba mas que mil palabras salidas de su boca o de la mía.
-¿Y si nos ven?
-Nadie tiene porqué vernos, solo estamos vos y yo señora.
-Tienes que alejarte de mi, debo irme o te haré daño tarde o temprano, y algo me dice que será mas temprano que tarde.
-Me gustaría entenderos.
-No puedes y nunca podrás.
-Pero yo le amo señora, ¿que mas puedo darle para hacerle feliz?
-No puedes darme nada, porque no se ni lo que quiero en este momento.
-¿Ah no?
-No.
Me acerqué a ella muy poco a poco para no asustarla. Parecía un zorro recién cazado, temeroso de todo ruido, de todo movimiento. Le cogí de la cintura y le acaricié la cara. Mis labios se acercaron tanto a los suyos que el aire que yo soltaba ella lo respiraba como si intercambiábamos suspiros de nuestras almas. Me acerqué tanto a su cuerpo que pude percibir su pulso acelerado, ansioso por el deseo que tenía en ese momento.
-¿Y ahora?
-No.
Le rocé con mis labios y ella no dijo nada.
-Julie, sé que deseáis.
-Eso no es cierto.
La estiré a la cama poco a poco, como si fuera de cristal y en cualquier momento fuera a estallar en mil pedazos. Le besé el cuello los hombros y los pechos.
-Me deseáis.
-Oh Ale para, por favor.
Le besé la barriga y el hueso de la cadera. Los muslos y ella rompió el silencio de repente.
-Ale, te deseo.
Y tras esas palabras un grito de placer inició otro día mas contigo. 



Julie. 

viernes, 6 de abril de 2012

Yo también me quedé contigo a gritar.

Empecé a correr entre los altos y sombríos árboles. Cogí el cuchillo que tenía entre las manos envuelto en un paño blanco y me paré en medio del bosque. Cogí mis faldas y empecé a clavarlo en ellas y desgarrarlas hasta que me llegaron por las rodillas para poder correr bien. Ya no importaba nada. Seguí corriendo hasta que me ardieron los pulmones y parecía que el corazón me iba a salir por la boca junto con todos los órganos de alrededor. Me paré en seco y caminé lentamente por el muelle de madera hasta el final y allí me senté, viendo mi reflejo en el agua del lago con el cuchillo entre las manos. Que llegara la noche era tan inminente como la muerte que me acechaba entre mis propias manos. El atardecer era precioso, y empezaba a hacer frío. Cogí e arma blanca y con un gesto tan rápido como un latido del corazón desgarró mi piel del antebrazo. La sangre no tardó en empezar a teñir el agua de rojo y mi vestido azul cielo. Mire el sol rojizo como se desvanecía entre las montañas y me dejaba en plena oscuridad. Mis ojos empezaron a llorar, y no pude evitar pensar en ella. Su pelo marrón tan oscuro como mi alma y sus manos... sus labios rosados como sus mejillas. Dios, era preciosa. Las noches que habíamos hecho locuras, nos habíamos querido como nadie pero no aguantaba más. Todo eso desapareció, tuve que abandonar el juego por las dos. Sin darme cuenta noté que los ojos se me cerraban y mi cuerpo se abalanzaba hacia el agua donde allí mi alma se perdió. Oí mi nombre, y un grito desgarrador del silencio que me rodeaba. Era ella, acariciándome la cara, pidiéndole a Dios que me trajera de nuevo. Quise articular palabra, quise decirle lo mucho que la quería, que lo había hecho por las dos, y porque seguir con lo nuestro no tenía sentido. Ella lloraba, gritaba y sollozaba desesperada, y no se por que razón sentí que yo no era la única que estaba perdiendo la vida. Algo dentro de mis entrañas moría también pero nunca supe el qué. “No te vayas por favor...”, me susurraste cerca de mi oreja entre mi pelo mojado y mis ojos cerrados, ya muertos. “Te quiero Julie, siempre te he querido y eso nunca nadie lo va a cambiar. Te juro que te encontraré, si no es ahora será en otra vida, pero te seguiré buscando hasta el fin de mi existencia con tal de estar contigo”, y me besó la frente y los labios. Me acarició el pecho buscando los latidos de un corazón que hacía ya minutos que no bombardeaba sangre. Sí, en parte si me despedí, y entendí esas palabras perfectamente pero me fui después de besarle el pelo que le caía por la sien. Y me fui mientras escuchaba sus gritos de desesperación. Yo también quise gritar y también lo hice con ella hasta que nos invadió la negra noche de la que nunca me despertaría.

lunes, 2 de abril de 2012

Un contrato para siempre.


Dicen que nada importa. Que todo pasa. Que nada es eterno ni dura para siempre. He reunido e valor necesario para ofrecerte un contrato. Es un contrato simple, y si lo aceptas, solo tienes que firmarlo y éste se cumplirá.

Soy frágil, egoísta y complicada de entender. Soy tres personas a la vez en un cuerpo solo, con la habilidad de cerrarme a mi misma y no salir en mucho tiempo. Soy egoísta, celosa... Oh, si. Muy celosa y tengo mucho carácter, mala ostia, malas pulgas, mala luna, malas vibraciones, mal humor, mala leche y toda la maldad del mundo.
Soy complicada, y a veces puedo ser muy pesada. Me caigo fácilmente a pesar de mantener esa fachada de “todo me da igual” o “yo puedo sola con todo, y sola”. Me entristecen los días de lluvia y me cabrean los de sol. Soy inconformista y me falta decisión e ímpetu para hacer las cosas. Odio la música que escuchas y también odio el agua fría en la ducha. No me gusta el brócoli ni las coles de Bruselas, pero me encantan las espinacas. Me gusta el helado de stagetella pero odio la piña, el merengue, el aguacate y la chirimoya. Me apasiona el arte y me gusta ir al cine por la noche y después volver a casa a pie. Me gusta el sexo... no. Me encanta el sexo. Odio el orden compulsivo, soy mas bien desordenada pero no me gustan las cocinas sucias o desordenadas. Me gusta que me toquen el pelo mientras miramos la tele o los masajes en los pies después de un largo día. Me cabrea que me lleven la contraria o que me discutan, porque YO SIEMPRE TENGO LA RAZÓN, Y AUNQUE NO LA TENGA LA SIGO TENIENDO. Me encanta tocar la guitarra y componer canciones pero odio bailar. Tampoco me gusta que me salgan mal las cosas porque pierdo los estribos y me dan ganas de romperlo todo. Me encantan los gatos pero no me gustan nada los perros. Adoro el rock ‘n roll, el punk, el heavy metal, dethmetal, la musica gotica, el reggae, el drum ‘n bass, algunas de rap, y la música clásica. Me gusta vestir de negro y me encanta la medicina natural. Creo en mi propia religión y no está clasificada. Me encanta el teatro pero no me gustan mucho los musicales. Soy un poco histérica y me cuesta concentrarme. Me encanta escribir mis sentimientos y leer. Adoro pintar en cuadros, papeles o cuerpos. Tengo una lista de cosas por hacer. No suelo dejarme ayudar por nadie y si lo hago, luego no reconozco que el otro tenía razón. Soy muy justa, y me gusta la justicia, aún que odio los abogados. No me gusta que me agobien pero que tampoco pasen de mi. Me encanta hacer sufrir a mis padres, y no me llevo nada bien con mi padre. No soporto a mi madre y la única que me entiende es mi abuela y el gato. Tengo un buen sentido de la intuición y siempre me guío por el corazón aunque muchas veces me guío por la cabeza.... y entonces es cuando todo me sale mal. Soy una persona solitaria y me enamora la belleza en la oscuridad. Me gusta la época medieval y adoro el arte de Salvador Dalí. Soy cabezona y tozuda, y me pongo roja fácilmente. Soy MUY orgullosa y me cuesta aceptar que me he equivocado. Odio que me digan lo que tengo que hacer pero tampoco me digan “haz lo que quieras”, aún que en el fondo siempre acabo haciendo lo que me da la gana.

Esta soy yo. Si de verdad aceptas mi forma de ser y mis condiciones te juro que siempre estaré allí. Solo dime que si y nunca te dejaré a no ser que tu me lo pidas como ya te prometí una vez.

Te quiero pequeña.


Yara, Julie y Layla.

Miedo a que las cosas tengan sentido.


 -Oye que...
-Shht, calla.
-¿Qué?
-Que te calles.
-¿Por qué?
-¡Hazme caso!
-Vale...
-Vale.
-Pero Yara...
-¡Iris, cállate ya!
-¡Joder, pero por que!
-Porque no me dejas pensar.
-¿Pensar en que?
-En algo.
-¿Pero en que?
-En algo importante.
-¿Y que es eso tan importante?
-Algo que tu no entenderías.
-¿Y porque no podría entenderlo?
-Porque eres pequeña.
-No soy pequeña...
-Sí lo eres.
-¡No!
-Tienes 7 años, eres pequeña.
-Bff...
-¿Qué quieres ahora?
-Que me lo cuentes.
-No lo se ni yo.
-¿De que se trata?
-Haces muchas preguntas... me pones de los nervios.
-Cuéntamelo.
-Es algo que ocurrió hace mucho.
-¿Y ya no te acuerdas?
-No lo se, a veces parece que me acuerdo de algo. Pero todo es muy raro, mis sueños, lo que Rudy me cuenta, lo que sacamos entre las dos, teorías... tengo miedo.
-¿De que?
-De que las cosas empiecen a tener sentido.
-Yo creo que eso es bueno.
-Cállate, tu no sabes nada.
-Vale...
-¿Te callaras?
-No.
-Si pudiera verte... te daba una buena bofetada niña.
-Lo sé. (Se ríe)
-No te rías de mi.
-¿Y si lo hago?
-¡Ven aquí enana!
-¿A que no me coges? (Se vuelve a reír)
-¡Verás tu!

sábado, 31 de marzo de 2012

Un ángel blanco para un ángel negro.

Correr hacia donde tú estés. Ya no importa la distancia, ni el camino que sigues. Ya no importa absolutamente nada. Las yemas de los dedos quieren volver a sentir tu piel, mis oídos ya no buscan otro sonido que no sea tu voz, tu risa, tus gemidos de placer, tu llanto, cómo cantas mientras me miras a los ojos. Mis ojos nunca quieren parpadear cuando te tengo delante, por miedo a que cuando abra los ojos no te encuentren, que desaparezcas y ya nunca más te vuelva a tener. Mi olfato, todavía sigue buscando en mí el perfume que tú dejaste en la superficie de mi piel al unir nuestros cuerpos bajo el sol intenso, bajo el calor abrasador de la mañana.  Mis labios, cada parte de tu cuerpo quisieron comer, mis labios entre abiertos en tu oído mientras el sudor resbalaba por tu nuca, mis dientes ansiosos de querer morder flojito tu boca para quedarme con su sabor a canela. Mis manos… oh mis manos!  Ojalá tuviera 100 manos para poderte tocar entera, cada centímetro de  tu cuerpo, tocarte hasta el alma. Tu deseo. Mi deseo. Mi pecho encima del tuyo. Las piernas entrelazadas. Gritos mientras tocas el cielo. Mi pelo, tus uñas en mi espalda. Arrebatos de locura, amor y mucha pasión. Y después de hacer el amor… dos cuerpos desnudos, jadeando sin cesar. Mirándonos a los ojos pensando que todo esto es un sueño, que tu carita de niña pequeña no es la misma que la cara de un lobo abalanzándose sobre mi hacia unos instantes.  Me acaricias la espalda y me tocas el pelo pelirrojo y despeinado. Tengo sueño, pero no me voy a dormir, pasaría noches en vela solo para  amarte en forma de gestos, palabras y sensaciones.
Era la viva imagen de una musa. Mi musa. Mi inspiración divina. Sus curvas que me hacen enloquecer y desvanecer  todos mis temores. Acaríciame, y ciégame con tu luz, sí, una musa del amor, de la belleza y de una melodía incansable para mis sentidos. Tu dices que soy un ángel negro, caído del cielo y acobijado entre tus brazos. Algo oscuro que te ilumina en la negra noche. Pero tu… eres luz, eres mi sol, mi calor y mi protección. La única que calma mi sed, mi hambre o mis nervios. La que sabe controlar mi mal genio, mi carácter y me frena cuando me subo por las paredes. La que seca mis lágrimas y espanta mis fantasmas. La que me cuida cuando enfermo y la que me alimenta a base de amor y caricias. La que me hace llorar y hundirme en la miseria. La que me da la mano cuando me caigo y la que me saca de mis casillas. Mi contrario. La única que encuentra a Yara en lo más fondo de mi. La que me dice “te necesito” y nubla mi vista. La que se ríe cuando me tropiezo y la que se cabrea cuando me doy por vencida.
Ella es sin duda, mi ángel de la guarda, mi ángel blanco, mi luz, mi niña alada, mi otro yo. Siempre habrá un roto por un descosido dicen, pues bien, ella es la que me complementa, ella es el ángel blanco que acompaña a un ángel negro, caído del cielo y rescatado por ella.

Yara.

martes, 27 de marzo de 2012

Mi pequeña, mi veneno.

La mirada fría, oscura y perdida mientras escucho tus llantos tras el teléfono. “No eres tu, soy yo”, digo con voz grabe y ronca.
Por fin dejo ir mis pensamientos a tus oídos. Me siento perdida, se que mi único enemigo soy yo. Mis pupilas negras se contraen, se encienden en llamas invisibles, y lloran agua ardiente al colgarte.
Rabia en mi corazón, miedo por tus venas.
Me dirijo hacia un camino poco habitado, donde me enfrento a mis temores, una tarántula de ocho patas, sin espada, sin escudo, sin ti.
Me voy, me voy lejos, lejos de mis pensamientos, lejos de la persona que soy, lejos de ti.
Pero volveré al anochecer, oirás mis pasos detrás de ti, mi respiración atolondrada en la oscuridad de la noche, con las heridas en carne viva para que con tus manos puedas juntar todas las partes de mi hasta volver a ser una, como siempre fuimos.
He estado distante, cada vez que hacías un paso hacia mi, yo tejía una telaraña para separar mi sombra de tu luz. No quiero hacerte daño.
Pequeña, lo siento, lo siento muchísimo, quise amarte tanto que mi corazón no dio a basto.
Sentía que oírte era como morir plácidamente, un veneno tan dulce y calmado que no me daba cuenta que pudría mi corazón, mi cabeza y mi estómago.
Dejame buscar el antídoto para que pueda beber de nuevo tu placentero veneno, ese tóxico que me cala en los pulmones cada vez que huelo tu pelo, acaricio tu pecho y beso tus labios.
Te quiero, te quiero mas que a nada y no dudes JAMÁS que te prometí un “siempre”, y sabes que yo cumplo mis promesas.

Te amo pequeña.

jueves, 15 de marzo de 2012

A mi querida Marien.

El andén estaba vacío. Había niebla en cada rincón y las vías se desdibujaban en la infinidad blanca de la niebla y el cielo grisáceo. Todos los bancos, testigos del paso del tiempo y roídos cada día un poco mas, estaban solos, esperando a que llegara el próximo tren lleno de almas perdidas en busca de paz en algún sitio inhóspito de este mundo. En una esquina, debajo de un cartel donde ponía “estación” habían dos ancianos abrazados sacando entre sus labios arrugados pequeños suspiros de bao a causa del frío que se perdían en la infinidad del ambiente.
Sus cabellos canosos se arremolinaban en sus cogotes y sus cuerpos frágiles y pálidos tiritaban bajo el espeso frío del invierno. El hombre acariciaba las manos transparentes de su mujer y ésta sonreía con una especie de mueca entre sus pómulos salidos. “Te amo” dijo el anciano, y de repente un estrepitoso rugido interrumpió la respuesta de la mujer.
El tren llegó por los raíles de la vía y paró justo delante de ellos haciendo chirriar las ruedas oxidadas. Las ventanas eran tintadas de negro y los vagones eran de un blanco sucio, como si hubiera estado en marcha durante siglos. La mujer se levantó y acarició la mejilla rugosa del pobre anciano y les susurró “te esperaré siempre”, y antes de que el hombre pudiera articular una palabra, la mujer se giró y se fue hacia el tren. Se abrieron las puertas y ella subió con torpeza en las piernas, giró la cabeza y con lágrimas en sus ojos azules le dijo un simple “te quiero”.
Se cerraron las puertas y el anciano se apresuró a ir delante de la puerta. “¡Marien, espera! Y el tren arrancó haciendo chirriar de nuevo las ruedas de hierro. Sin mas se marchó, y el triste hombre se quedó en el andén, solo, tiritando de frío y con los ojos grises cerrados bañados en un mar de repentina nostalgia. “Marien...” susurró.
Y todo se quedó en silencio esperando la llegada de un próximo tren que la llevara a donde quisiera que fuera con su querida Marien de nuevo.
Nunca le dijo lo mucho que la quería, ni lo tanto que la extrañaría.

martes, 13 de marzo de 2012

Miedo a, sin ti no ser nada.

Miedo. Miedo al olvido y a que te olviden. Miedo a amar y no ser amado. Miedo a perder algo que sabes que nunca podrás reemplazar. Miedo a decir perdón y tras unos segundos te vuelvan a fallar. Miedo a que te partan por dentro con un “te odio” inesperado. Miedo a huir corriendo de los problemas, y que estos te persigan. Miedo a estar sola. Miedo a llorar y que nadie seque tus lágrimas. Miedo a ahogarte en un mar de gente y morir sabiendo que te queda toda una vida por vivir. Miedo a perder la cabeza. Miedo a pasártelo en grande porque sabes que algo malo viene detrás. Miedo a reventar por dentro, quebrar y llorar sin pausa durante horas hasta quedarte dormida. Miedo a que la marea se te lleve y no te deje volver. Miedo a que nadie te de la mano cuando lo necesites, y a la vez, miles de manos te agarren de los tobillos y te hundan en el barro del fracaso. Miedo a ser libre y sentirte prisionera dentro de tu cuerpo. Miedo a no ser nadie sin ti. Miedo a... que cojones. Hablemos claro, miedo a perderte, a no tenerte al alba, al que le digas te amo a otra persona y que con eso, me mates derramando todo lo que siento por el suelo hasta hacerme morir desangrada. A que me de cuenta de que la vida es muy perra y no sepa como salvar el mundo. Miedo a querer ser Superman y poder volar para impresionarte y me quieras un poquito mas. Miedo a creer que te pierdo y ahora te gano. Miedo a que esta mierda de mundo me engulla como al resto de la sociedad. Miedo a ser como todos. Miedo a ser iguales que todos los que se creen diferentes. Miedo a no encontrarse. Miedo a que me rechaces una caricia. Miedo a que me vengan las ansias de vicio. Miedo a ser tan cobarde que te deje marchar alguna vez. Miedo a alzar tanto la voz que no te pueda oír. Miedo a caerme de rodillas al suelo y que un coche me rocíe con el agua de la lluvia. Miedo a no ser nadie y me crea alguien. Miedo a retroceder en el tiempo y ver de nuevo los errores que cometimos las dos. Miedo a traspasar la frontera de tu paciencia, o que tu agotes la mía. Simplemente... Rudy, tengo miedo de perderte, porque si te pierdo, como dice la canción, “sin ti no soy nada”.

P.D.
Sempre sempre sempre sempre teva, Rudy, siusplau, no ho oblidis mai, dacord?


Yara.

(Con la colaboración de Julie)

lunes, 12 de marzo de 2012

Caic, a poc a poc m'envaig.

Es difícil expresar como me siento, por no decir imposible. Las puertas se cierran, las esperanzas se acaban, la oscuridad ya no me parece tan bella. Me arde el estómago, y mis sienes se unden hasta hacer explotar mi cabeza dejando escapar todos mis pensamientos al viento. Me siento sola, aún que se que no lo estoy. Me siento apartada, aún que se que soy su centro de atención... o lo era. Soy cruel con el mundo, pero con ella... Ella es la única que con mirarme a los ojos me olvido de mi soledad. Mi mundo se viene abajo, lloro y no se porque, puede que en el fondo si lo sepa y no quiera reconocerlo, pero es que si lo reconozco se que ella se enfadaría, o tal vez lloraría, o me llegaría a detestar. Soy feliz a momentos, estoy triste por las noches, y sufro una rabia dentro de mi el resto del día. Todo se sabe a poco y nada me llena. Siento que todo se desvaneceze, así sin mas. ¿Que coño me está pasando? Todo es un remolino de rabia, dolor, tristeza, soledad, mas rabia... Quiero gritar, soltarle todo lo que siento, pero todavía no. Tengo que ser mas fuerte de lo que soy y demostrarme a mi mísma que yo sola puedo, que no necesito a nadie para saber controlar mis emociones. Y yo peor de todo es que no quiero hacerle daño, hantes me lo hago yo. Hace tiempo que me siento sola, no voy a decir que lo estoy, porque se que no, pero siento una sensación de vacío tan grande dentro de mi... Es inevitable pensar que ahora me enpiezo a dar cuenta de que... estoy cayendo, y nadie puede cogerme de la mano. Ella lo podría hacer, si supiera lo que siento, pero creo que si le dijera le dolería tanto que no puedo permitir que llore, se me parte el alma cuando la veo llorar, y se me parte aún mas cuando se que ella no será la que me salve esta vez.



Yara, Julie y Layla

jueves, 8 de marzo de 2012

Layla, Rudy, salvádme.

Hacía tiempo que no escuchaba tanto silencio dentro de mi, sin las habituales disputas entre Yara y Layla. Cuando estaba con ella, estirada en ese parque de hierba verde como los grandes prados de la Toscana oí una voz muy conocida en mi cabeza. Mas bien dos.
-Yara, ¿crees que es para siempre como tu y Rudy creéis?
-No se...
-¿Que es “no se”?
-Que no lo se.
-¿La quieres?
-Mucho.
-¿La amas?
-Tanto que me duele decirlo.
-Dios...
-¿Que?
-Odio ver que dependes de ella.
-Layla, para mi depender no es un problema... hace tiempo que no estábamos tan bien.
-Ya, pero, ¿hasta cuando Yara?
-Hasta que ella me deje de amar.
-¿Y si te deja de amar ahora?
-Moriré.
-¿Ves?
-Otra vez... ¿Que pasa ahora?
-¡Dependes de ella! Tarde o temprano te hará daño, ¿y eso te tiene que costar la vida?
-Sí.
-Pff...
-Layla suéltalo ya. ¿Que ocurre?
-Simple. Que odio ver que la quieres mas a ella que a mi, mas que a tu propia vida, Yara.
-Yo te quiero Layla.
-¿Y perderías la vida por ella?
-Sí, de nuevo.
-Morirás Yara... Te acabaras muriendo.
-Layla, se puede estar muerta en vida, como morí cuando la perdí.
-Pensabas que ocurriría lo mismo con Eva y Jhon.
-¿Y con Jhon no pasó? Me estuve muriendo durante dos años... y aveces todavía siento que muero por él, pero Rudy siempre está ahí para salvarme de todo.
-También te salvó de Laia.
-Cierto.
-¿Laia todavía nos sigue?
-Sí.
-Te protegeré Yara.
-Hasta que tu también acabes muriendo.



Y todo volvió a estar en silencio.

viernes, 2 de marzo de 2012

Eramos cuatro.

No mires. Mirame a mi. Eso repetía sin cesar. Apartaba mi mirada de la oscuridad intentando rescatarme de esa pesadilla, pero no era lo que veía lo que me atormentaba. No estábamos solas en esa habitación. Eramos cuatro, no dos. Tres conocidas, una por descubrir su identidad. Escuchaba ese sonido del metal caminando encima de las baldosas, aparatosamente, despacio, caminando con esfuerzo. Aveces ese mismo sonido se repetía por las paredes, como quien arrastra una silla de hierro macizo dejando una raya negra en el suelo. Mirame a mi, me repitió. La miré a los ojos con el pánico escrito en mis pupilas bañadas en lágrimas. Quería gritarle que me ayudara, pero estaba inmovil en la cama, enmudecida por el miedo con su cuerpo encima mio. De repente se levantó. Tapate los oídos, susurró. Me tapé entera con la manta, llorando con los ojos cerrados. Mis manos en los tímpanos amortiguaban las pisadas en mi cabeza. Una imagen. La misma de cada noche. Un cuerpo blanco en una cama de una niña rubia, desnuda cubierta por una manta con los hombros descubiertos, con los ojos abiertos, azules como cristales. De repente ese mar en calma dentro de una mirada fría, se volvía negra como la noche y miraba tan abajo que se perdían sus pupilas en el interior de su parpado inferior. Esos ojos atormentados...
de repente, todo paró, todo estaba en calma. Dejé de oír golpes y escuché atentamente el silencio dentro de mis pensamientos. Abrí los ojos. Todavía estaba tapada por esa manta gruesa. Y de repente vi la claridad. Vi su rostro asustado, oí su corazón acelerado y su mirada buscando algún rasgo en mi que le dijera que estaba bien. Ya ha pasado todo. Te quiero. Estoy aquí. Deja de llorar. No hay peligro. Me abrazó y yo dejé de llorar. Ya ha pasado todo... quería abrazarle yo también, decirle que con ella sabia que nada podía hacerme daño, con ella me sentía como una niña en brazos de su madre. Volvíamos a ser dos en esa pequeña habitación.

miércoles, 11 de enero de 2012

Still loving you.

Canciones. Canciones que hablan sin pronunciar palabra. Canciones que te recuerdan a escenas de tu vida pasadas. Escenas que te hacen llorar porque sabes que nunca volverán. Canciones alegres, canciones tristes. Canciones que se graban en tu cabeza y no dejan de sonar dentro de tu corazón cuando sientes que ese era el ultimo beso. Canciones que te destruyen por dentro, con mensajes subliminales mientras te alejas de lo que un día fue tu vida. Cada paso que das es una apuñalada en el corazón y un respiro para el alma. Canciones que las tarareas mientras se te caen las lagrimas por las mejillas, puede que por dolor, o rabia o derrota.
Canciones que te inspiran fortaleza, te inspiran miedos, te inspiran una lucha constante entre dos personas dentro de una sola. Canciones. Canciones que a veces son tan ciertas como la vida misma. Que aciertan en cada frase el dolor en tu pecho. Canciones que suenan de banda sonora en tu vida.

“Still Loving You” decía la canción en ese momento interrumpiendo la pelea entre Yara y Layla.
Hazlo. Ni lo intentes. ¿Pero que pierdes? Me pierdo a mi. También me perderás a mi entonces. Cállate. Cállate tu, estoy harta de ti. Pues yo de ti también. Muérete. Porque no te mato yo? Entonces será un suicidio.
Parecía que la cabeza me iba a estallar. Me besó. La besé. Y todo se fue a la mierda. Toda esa mentira que parecía que empezaba a creerme se fue a tomar por culo. Odiaba irme, pero mas odiaba quedarme.
Díselo.
¡No se lo diré!
Mírale a los ojos.
No, una mierda, no pienso mirarle ni a la cara.
Layla por favor díselo de una vez, no puedo soportar que llore por mi culpa. Yara, he dicho que te calles.
¡No! ¡Ella tiene derecho a saber que todavía la amo!
Yara, eso no cambiara nada, ¿no te das cuenta? Alejarnos de ella es lo mejor que podemos hacer.
Lo se... pero no puedo vivir sin ella, Layla.
Mientes.
Es cierto.
No es que no puedas, es que no quieres.
Dale las cartas. Demuéstrale que cada día le escribiste, aún que solo le des las cinco primeras... dáselas.
Yara, te estas rajando.
¡No! Tu dáselas y que ella decida.
Espero que no te equivoques en esto.
Si ella supiera que el corazón me va a estallar de lo rápido que va... me equivocaría otra vez, solo por besarla por última vez.
Eres idiota.
Y tu una cobarde.







Yara y Layla

lunes, 9 de enero de 2012

Antes de ser tu reflejo, tenía el mío própio.


El vomito me sube por la garganta, me quema la laringe, y mis pulmones se contraen y se dilatan. Me duele el estomago, y la cabeza me da vueltas. Me mareo y me apoyo a la pared. Cierro la puerta de un codazo y me miro al espejo. Me miro directamente a los ojos, como si mirara una persona que desconozco. Clavo mis pupilas en los ojos negros de la chica desconocida. Tiene ojeras de no haber dormido en varias noches. Tiene la piel demacrada y en vez de una sonrisa, una especie de mueca. Sus manos están frías. Junto mi mano derecha con su mano que se alzan al mismo tiempo. “¿Quién eres?”. No contesta. Veo que le caen dos gotas negras de cada pozo dentro de sus ojos. “¡Contéstame!”. Intento evadirme de la rabia que de repente me invade por dentro. Yo he visto antes esa chica, pero era diferente la ultima vez que la vi.
Ella tenía una sonrisa bonita, y un negro brillante en cada ojo. Tenía un pelo lacio y pelirrojo y las manos eran finas. Tenía color en sus mejillas y unos pómulos que la caracterizaban. Era como una niña pequeña, con un corazón enorme y rojo como el fuego, ardiente de un fuego que renacía una y otra vez como el ave Fénix. “Pero... ¿Qué te han hecho?” y la chica demacrada bajo la vista. Me la quedé mirando, quería abrazarla, decirle que todo iría bien. Ella lloraba, y yo también. ¿Qué habían hecho con esa niña? ¿Porqué sentía tanto dolor?. Le pregunté como se llamaba, y me habló sin soltar palabra, como si intentara gritar a pleno pulmón y aún así no podía escucharla. Ella se esforzaba por hablarme, alertada, con el pánico escrito en los ojos, sentía dolor y pena, como si ya no supiera ni quién era y buscara las respuestas en mi. De repente me acordé de su nombre, cuando la conocí cuando tan solo era una niña. Nayara. Ella se llamaba Nayara. “¿Yara?”. No me contestó, simplemente me siguió gritando silenciosamente.  Me miraba con odio, como si fuera mi culpa que estuviera así de mal. Y de repente salió del espejo y me agarró el cuello con dos manos frías como el hielo, asta clavarme las uñas como cristales. Y me dijo, “¿Es que ya no te acuerdas de mi, Layla? ¿No me recuerdas?”.
Ella me ahogaba, me atormentaba y me dejaba sin respiración. Yo lloraba, no entendía nada, el corazón iba menguando sus latidos. Y de repente me empujó y me izo caer al suelo estampando mi silueta débil en el mármol de las baldosas de mi habitación. Y vi que Yara se iba desvaneciendo en su reflejo, pero antes me susurró “Tu antes eras feliz”.


Layla.