-Non
mi toccate, ¡andare! -dijo ella con rabia en los ojos. Seguidamente
ella se fue y me dejó tirada en el suelo, después de empujarme para
poder salir corriendo.
Me
levanté y empecé a llorar. Quise esperarla pero pasaron 2 minutos,
4 minutos, 8 minutos, 10 minutos... y ella no regresó. Así que cogí
el cuchillo que tenía escondido entre las tablas de madera del
muelle y contemplé el atardecer. Cuando se vaya el sol, yo me iré
con la luna, pensé.
El
sol se iba y el filo de la cuchilla cortante atravesó las venas de
mi antebrazo verticalmente y de repente oí un ruido de detrás de
los arbustos. Me asusté y caí al agua...
No
recuerdo si me mató la perdida de sangre o me ahogué en el agua del
lago, pero lo que si recuerdo es un grito que cortó el silencio de
el anochecer.
Pero
yo ya no respiraba. Estaba fría, sin aliento, sin un corazón que
bombeara mi sangre, sin nada que pudiera decirle a mi amada que yo
estaba bien.
Ella
intentó subirme al muelle, rescatarme de esas aguas tan
sanguinarias, y se metió dentro del agua y me abrazó. Abrazó un
peso muerto, un cuerpo sin vida, una historia ya terminada. Me beso
en los labios, e intentó que los míos se movieran como cuando nos
besábamos de hurtadillas, pero no pudo... yo ya me había ido.
No
voy a mentir, se pasó toda la noche junto a mi, acariciando mi pelo
mojado y arropándome con su vestido para que no estuviera tan fría.
Que cínico, ella siempre me dijo que era muy fría, pero nunca llegó
a pensar que no solo mi corazón lo sería. Lloró toda la noche, me
besaba, me acariciaba, me hablaba como si era fuera nuestra última
noche juntas.
-Quando
il sole sorge, ti troverò. Giuro...
A la
mañana siguiente, ella se despertó temprano, y a su lado solo
encontró un cadáver. El mío. Se levantó y me besó por última
vez en su vida y me cerró los párpados pálidos como la nieve. Puso
mi cuerpo en el muelle y se fue corriendo.
Lo
que se fue de ella no era difícil de averiguarlo. Se fue a la
habitación del mirador de la masía donde solíamos escondernos para
hacer el amor y se quitó la vida con una simple cuerda de marinero.
Que triste tener que acabar una vida así... pero ella supo
encontrarme de entre las sombras. Supo reconocer mi llanto de las
demás almas en pena y pasamos una parte de una larga eternidad
juntas. Pero algo nos izo volver. Los juegos del destino decidieron
darnos la oportunidad de arreglar el error que cometimos las dos, y
no estuvimos solas... siempre hubo una parte de nuestra antigua vida
que supo guiarnos hasta saber el porque ella y yo nos amábamos
tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario