viernes, 21 de octubre de 2011

Cuando te sangran las rodillas después de caer al suelo.

Me desperté desorientada. La cabeza me ardía u mis ojos recibían golpes de luz al abrirlos. Me venían recuerdos vagos de lo que pasó la noche anterior. Recordaba la musica taladrándome los tiímpanos y cuerpos moviendose arriba y abajo de la pista. Cuerpos en sudor y pies pisando el suelo con intención de hundir el suelo lleno de excesos.
Me acuerdo de los baños, donde había una chica de pelo largo y rubio que no se encontraba muy bien. Recuerdo a un chico, que bailaa detrás mio juntando sus manos en mi cintura. De ahí me situé en mi cama, nosé ni como llegué ni en que estado. La resaca hablaba por mi, un dolor de cabeza inhumano. Menos mal que era domingo y podía descansar.
De repente mi movil empezó a vibrar. Miré el contacto, y era Diana. No tenía ganas de hablar con ella la verdad, estaba de mal humor y no quería ponerme peor al oírla. No la odiaba, es más, la quería demasiado y odiaba que desde todo lo que pasó. Podía hacer ver que no había oído el movil, y hacerme la tonta diciendole que estaba ocupada haciendo vete tu a saber qué. Pero por otro lado necesitaba hablar con ella.
 -¿Yara? -contstó Diana al descolgar la llamada.
 -Si, dime, esque estaba durmiendo.
 -Ah, perdona no qería molestarte. ¿Como estas? -en el fondo sabía que no le importaba haberme despertado, en realidad le gustaba que fuera su voz la primera que oyera al lebantarme.
 -Bien, con no muy buen humor pero bien, ¿y tu?
 -Bien, bien. Hoye, hoy qudamos ¿verdad?
 -Claro, a las cuatro como siempre en la plaza de el ambulatorio.
-Guay, pues nada te dejo dormir. -dijo satisfecha de obtener la respuesta que quería.
Me despedí y me puse una camiseta. Algo me decía que hoy era el comienzo de una lucha con algo inevitable.

Después de enfundarme en unos tejanos rojos y calzarme en mis habituales bambas roídas salí de mi habitaión. Mi madre me esperaba en la cocina, preparandose para acribillarme a preguntas. Ruth era terriblemente controladora, obsesiva del orden y prefeccionista en todo. Tenía el pelo negro y largo y era algo rellenita. ¿Qué excusa le hiba a poner hoy? Cada vez era mas difícil quedar con Diana sin que lo supiera. Si ella supiera que todas las veces que había bajado a la ciudad era para verla ya me hubiera puesto en un internado o algo asín. Siempre he sabido que mi madre me consideraba una enferma mental. Estaba acostumbrada.
Intenté parecer natural cuando me preguntó a donde iba y con quién.
-He quedado con Evelyn. -mentía.
-¿Evelyn? pensaba que estaba en Barcelona este fin de semana.
-No, al final se queda con su madre que tiene que ayudarla con la mudanza de la casa.
-¿Y a donde vas? -insistió.
-A Figueras, con ella y unas amigas de por allí. Mamá me voy que sino no cogeré el bus a tiempo. -e di un beso y desaparecí hantes de que pudiera contestarme on una replica mas.

El viaje se me izo largo, necesitaba verla, aún que fuera para hacerme más daño a mi misma. Cada vez que la veía era como una tortura, una procesión de dolor por dentro de mis entrañas. Insufibles nerbios.
El autobús paró y abrió las puertas. Cogí la mochila que llevaba siempre conmigo y bajé del automóbil. al pisar los pies de la plaza del ambulatorio empezé a rezar todas las oraciones que me sabía de memoria para que mis piernas no me fallaran no quería caerme al suelo, aún que el dolor del impacto con el frío suelo sería mucho más agradable que no el dolor que  me causaba su presencia, sus ojos color miel mirandome sentada desde el banco de enfrente. Caminé hacia ella, con la sensación de dar un paso hacia delante y dos hacia detrás. Todavía la quería después de todo. No la quería, la amaba como a nadie había amado. Lo habría dado todo por ella si me hubiera dado la oportunidad, pero como siempre, sentía que llegaba tarde una vez más. Me planté ante ella y ella se lebantó. Me dió un beso en la mejilla, qué triste.
-Hola, ¿hace tiempo que me esperas? -mi pregunta tenía doble sentido, pero ella pareció no darse cuenta.
-No, acabo de llegar. ¿Vamos? -me dijo mirando para el enorme parque de árboles inmensos detrás de unos edificios. Era el parque donde nos comimos el helado esa tarde de verano, donde nos besabamos, cuando ella todavía me quería.
No dije nada, simplemente la seguí. Ese fué el momento en que supe que en algun momento estallaría mi corazón, y cuando pasara, ya no habría marcha atrás.

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