lunes, 31 de octubre de 2011

Me siento en estado de Standby.


Esa era una de esas tardes que no tenía ganas de hacer nada. De esas tardes en que estas en estado de “stanby”, esperando algo, viendo como el tiempo avanzaba por las agujas del reloj. De repente sonó mi móvil, era Clara, una chica rubia, muy guapa y con vestimenta ancha.
 -¿Sales?
 -Me tengo que duchar y arreglar, pero si, si que salgo.
 -En diez minutos estoy en tu casa –dijo contenta.

Después de acabar de pintarme los ojos negros y alisarme mi pelo naranja, salimos por la puerta de mi casa sin hacer ruido.
Estuvimos hablando de las ultimas borracheras que nos habíamos pegado en el bar del pueblo, las tonterías que habíamos dicho y de las gilipolladas que habíamos hecho. Miriam me llamó diciendo que nos esperaba en la plaza de la iglesia, así que nos pudimos en marcha. Todo iba bien hasta que un numero desconocido llamó a Clara. Al contestar supe perfectamente de quién se trataba. Era Eva, acompañada de Bob y los demás que estaban en el polideportivo. No tuvimos más remedio que ir con ellos. Empecé a temblar delante de la idea de verla de nuevo después de la discusión que tuvimos sobre Diana. No soportaba el pensar que quizás no me hablaría o me miraría con esa mirada que tantas veces me había hecho enmudecer. La misma mirada que me izo cuando, estirada en el suelo borracha, me dijo que porqué Diana y no ella. Esa mirada que me hacía derrumbarme al suelo.
Mis pasos avanzaron poco a poco por las calles hasta llegar a ella y a los demás. Sin apenas mirarla a la cara les dije a todos un “hola” ahogado. Algunos contestaron, otros me ignoraron.
La tarde transcurrió lentamente, obviando su presencia y evitando tratar temas puntiagudos. Yo hablaba con Bob, y ella con Clara y Evelyn, que llegó mas tarde. Habíamos intercambiado algunas palabras, y me pareció no ver rencor en sus ojos. Empezaba a estar tranquila. En ningún momento dejé de hablar con Diana por el chat del móvil, y así me veía menos indefensa delante de Eva.
Cada vez, Eva hababa mas conmigo, y yo con ella. Definitivamente no le dio importancia a la conversación que tuvimos, excepto cuando hacía algún comentario sobre Diana, que ella parecía fruncir la frente. Estuvimos cantando y fumando hasta que fueron las siete y se tuvieron que ir todos. Yo también me fui a casa, quería estar sola.

Eran las diez y media cuando salí de casa con los auriculares a todo volumen. Llegué al bar del pueblo y me fui al piso de arriba donde estaban Miriam, Evelyn, Clara y Iván.
Después de unos cuantos tragos de Vodka y Tequila, ya estaba dispuesta de reírme de la vida y a pasármelo bien. Estuvimos riendo a carcajadas por las calles del pueblo hasta el polideportivo. Todo iba bien hasta que fue la hora de volver a casa.

Iba mirando el móvil, no sabía por donde iba concentrada en mi conversación con Diana cuando de repente caí. Sentí que todo desaparecía en la oscuridad, y un grito ahogado salió de mi garganta. Sentí el vacío bajo mis pies, una sensación difícil de describir. Todo desapareció al impactar contra las rocas. Mi cuerpo bajó dándose golpes en la cabeza, la espalda y las piernas. Mi corazón dejó de bombardear mi sangre y todo se bloqueó. Abrí los ojos poco a poco, tenía la cara contra el suelo. Intenté moverme pero no pude, las extremidades no respondían, mi cabeza daba vueltas y mi respiración se me entrecortaba.
En ese momento no temí por mi vida o mi estado físico, sino pensé en Diana. Pensé en ella todo el tiempo. Recordé sus caricias entre mis sábanas, sus besos bajando por mi espalda, mi cara contra su pecho desnudo, sus ojos, sus labios. Recordé todo lo que había perdido y todo lo que podía perder si algún día yo faltaba en este mundo.
Oí gritos, llamándome, preguntándome si estaba bien, pero no contesté. Simplemente cerré los ojos y seguí imaginando a Diana mientras los minutos pasaban. Moví las puntas de los dedos, comprobando su movilidad e intenté levantarme del suelo entre las rocas, pero desistí al ver que era imposible. Y me quedé allí, tirada en el suelo, con las rodillas y los pies sangrando, viendo como el tiempo pasaba y yo me quedaba inmóvil, sintiendo que mi vida cada vez tenía menos sentido.

Eran demasiadas las cosas que había perdido ya, solo la vida era lo único que me faltaba por perder.

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