miércoles, 26 de octubre de 2011

En el pozo de los recuerdos no hay ni amigos ni perdón.


Después de todo Evelyn pudo calmarme. Me dijo que lo que me dijo Diana podía ser cierto. La echaría tanto de menos... Sabía que era difícil lo que me proponía, pero debía luchar por ella, era lo único que podía hacer, estaba harta de rendirme una y otra vez.
 Pero ten cuidado –me advirtió.
 -Lo tendré, Evelyn.
Cuando decidí que ya había hablado lo suficiente sobre mi le pregunté por ella.
 -Pues como quieres que esté. No puedo olvidar a Bruno.
Bruno era un chico alto, moreno, apuesto. Él estuvo mucho tiempo enamorado de Evelyn mientras yo estaba con Eva, pero la cosa cambió cuando conoció a Paula, una chica rubia de pelo excesivamente largo y liso, de ojos verdes y piel clara. Iba conmigo en clase hacía un año, y fue la que apartó a Bruno de Evelyn. Empezaron a salir cuando Evelyn estaba dispuesta a entregarle su corazón. Desde que pasó eso, ella nunca levantó cabeza, aguantando día a día rota por dentro, y aún que ella me lo negara siempre, lloraba cada noche por él. Yo sabía que Bruno todavía la quería pero nunca lo afirmó por Paula.
 No tengo ganas de hablar del tema –dijo desanimada.
 Evelyn... ¿Por qué no le dices la verdad?
 -No, ya es tarde.
Se hizo un silencio incomodo y luego decidió hablar.
 -Tengo que colgar, mi madre me llama.
 -De acuerdo, te quiero.
 -Y yo.

La oscuridad se me comía por dentro, parecía que mi cabeza iba a estallar en cualquier momento. Los recuerdos se me clavaban en el fondo de mi corazón, todo era tan difícil y extraño... Me puse los auriculares intentando amortiguar así los golpes de dolor. Diana. Era lo único que sabía decir al abrir la boca.
Las lágrimas se esparcían humedeciendo el cojín, y el sudor frío me recorría la frente. Esa noche iba a serme difícil dormir, por el agridulce recuerdo de aquel beso que me dio en la estación y por otro lado estaba Eva, que intentaba hacerse un hueco en mi mente.
Lo evitaba, me esforzaba por hacerlo. Desde que le dije adiós intentaba olvidar el pasado y centrarme en el futuro, pero a veces me hundía, el dolor me derrotaba. Pero sabía que elegía bien al quedarme junto a Diana.
Os quiero a las dos por igual, le dije a Eva.
 -Yo sería capaz de dejarlo todo por ti, Yara. Dame una oportunidad de demostrar lo que siento por ti, es fácil elegir.
 -No puedo –mi corazón se iba desgarrando poco a poco, derramando manchas negras en mis sentimientos tan blancos hacia Diana –no puedo –repetí tan bajo que dudaba que me hubiera escuchado.
Levaba intentando no recordar cada noche, pero a veces pecaba de mi fragilidad y caía en el pozo negro de donde me sacó Diana.
Finalmente me dormí cuando ya amanecía. Media hora después sonó el despertador y maldecí los lunes. Me vestí, y me enfundé en mis bambas roídas, salí de casa sin desayunar y con mi mejor sonrisa de falsa felicidad.

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