domingo, 23 de octubre de 2011

Siento decirte que sin ti deja de haber verano


Nos sentamos en un banco del enorme y verde parque lleno de pinares. Estar allí me mataba, ver como los recuerdos me bombardeaban la cabeza y me cegaban con buenos momentos, en los cuales yo todavía era feliz.
Tuve ocasión de decirle cuanto la echaba de menos en cuanto nos paramos delante de “nuestro” banco, pero siempre había sido una cobarde y eso no iba a cambiar jamás. Quería decirle lo mucho que pensaba en ella, quizás mas de lo que debía pero eso sería rebajarme a el nivel que ella esperaba de mí, así que decidí callar simplemente por el orgullo que envolvía mi corazón y la cobardía que me estrangulaba y no me dejaba ni respirar.
 -Ven, siéntate aquí. –me dijo sin mirarme a los ojos.
Yo lo hice sin pensarlo si quiera. Ése era el momento perfecto, era allí donde debía cogerle de la mano, pero ella habló antes:
 -Te echare de menos Yara.
Se me paró el corazón, sentí que la respiración se me entrecortaba y el pulso se me disparaba. Hazlo. Venga, tu puedes; pensé.
 -Yo también a ti Diana... –no sabes tu cuanto.
Me miró a los ojos y yo aparté la vista d sus ojos de caramelo. Sentía que si la miraba directamente a los ojos podía saber lo que realmente pensaba en ese momento por tonta que fuera esa teoría. Sentía que me podía desnudar el alma con solo rozarme la piel.
 -No sé cómo hemos llegado a esto... –no quiero perderte Diana.
 -Las cosas son como son... tu te besaste con Eva y no me dijiste nada hasta que pasó un mes. Yo también la cagué con Bea, pero lo hecho echo está.
 -¿Porqué? Yo estaba dispuesta a perdonártelo pero aún así no quieres estar a mi lado. –Empezaba a poner las cartas sobre la mesa, tragándome el miedo y el orgullo. Tenía que ser valiente, aún que fuera solo una vez en la vida. Tenía que echarle todo el valor que nunca había tenido para nada.
 -Necesito tiempo.
Fue lo único que contestó. Lo demás fue silencio. ¿Porqué era tan complicado de ver que nadie la querría tanto como yo? Con ella sentía que ya no tenía miedo de nada, que me podía comer el mundo, que con ella era capaz de enfrentarme a todo lo que se me pusiera por el medio. No me daba miedo decir que estaba enamorada de una chica. Hacía un año que me gustaban, pero nunca tuve el valor de aceptarlo en público hasta que conocí a Diana.
Habían habido otras chicas en el pasado, pero nunca conocí a nadie como ella. Estuve enamorada locamente de Eva, que creí que con ella todo tendría sentido, que con ella sería feliz, pero ella no hacía mas que salir con otras chicas de Barcelona, sin importarle mis sentimientos. Pero yo la quería tanto... hubiera dado lo que fuera por ella, para que me dijera “te quiero” después de besarme, pero solo quedaba la soledad y un invierno cada vez mas largo. Pero de repente llegó el verano, llegó Diana a mi vida y ella lo cambió todo. Las flores florecieron, las nubes se separaron y dejó de llover dentro de mi, el fuego resucitó de las cenizas de un corazón lleno de heridas, sin vida.
Pero en ese momento Eva supo lo que había perdido, y volvió a por mi. Tuve que debatirme entre el pasado oscuro que tuve o  el futuro verano que me esperaba. No miento al decir que no quise a Eva, incluso cuando empecé a entregarme poco a poco a Diana. La quería, y no lo niego, pero Diana supo llenar el vacío que dejo Eva al pedirle que se fuera y que no volviera. Supe aprender a vivir sin Eva, a pesar de lo que me dolió decirle adiós, y me olvidé por completo. Entonces me di cuenta de que me había enamorado de Diana. Pero todo fue mal cuando le dije que me despedí de Eva con un beso entre lágrimas y mentiras. Desde ese momento nada fue igual que antes, ella lloraba de rabia, yo lloraba de pena, y Eva lloraba de soledad.
Después de cortar y volver, Diana me confesó que se había liado con Bea, y eso fue lo que nos izo separarnos del todo, como dos cuerpos a la deriva de un futuro destino incierto.
Yo quería volver a su lado, me sentía como un perro a sus pies, pero era la verdad. Ella me quería olvidar, puede que por dolor, o puede que porque ya no sentía lo mismo por mi. Pero yo lo veía reflejado en sus ojos, allí, sentada en el banco mirando al suelo. Podía ver que algo por dentro le quemaba pero que callaba no sabía por qué motivo.
 -Diana, he de decirte algo.
 -Dime. –levantó la vista y me miró directamente a los ojos.
 -Te amo.

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