martes, 27 de marzo de 2012

Mi pequeña, mi veneno.

La mirada fría, oscura y perdida mientras escucho tus llantos tras el teléfono. “No eres tu, soy yo”, digo con voz grabe y ronca.
Por fin dejo ir mis pensamientos a tus oídos. Me siento perdida, se que mi único enemigo soy yo. Mis pupilas negras se contraen, se encienden en llamas invisibles, y lloran agua ardiente al colgarte.
Rabia en mi corazón, miedo por tus venas.
Me dirijo hacia un camino poco habitado, donde me enfrento a mis temores, una tarántula de ocho patas, sin espada, sin escudo, sin ti.
Me voy, me voy lejos, lejos de mis pensamientos, lejos de la persona que soy, lejos de ti.
Pero volveré al anochecer, oirás mis pasos detrás de ti, mi respiración atolondrada en la oscuridad de la noche, con las heridas en carne viva para que con tus manos puedas juntar todas las partes de mi hasta volver a ser una, como siempre fuimos.
He estado distante, cada vez que hacías un paso hacia mi, yo tejía una telaraña para separar mi sombra de tu luz. No quiero hacerte daño.
Pequeña, lo siento, lo siento muchísimo, quise amarte tanto que mi corazón no dio a basto.
Sentía que oírte era como morir plácidamente, un veneno tan dulce y calmado que no me daba cuenta que pudría mi corazón, mi cabeza y mi estómago.
Dejame buscar el antídoto para que pueda beber de nuevo tu placentero veneno, ese tóxico que me cala en los pulmones cada vez que huelo tu pelo, acaricio tu pecho y beso tus labios.
Te quiero, te quiero mas que a nada y no dudes JAMÁS que te prometí un “siempre”, y sabes que yo cumplo mis promesas.

Te amo pequeña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario